miércoles, 13 de abril de 2011

LUCHAS INVISIBLES


Es difícil hacerse una idea real del conflicto que los ángeles y los demonios libran por ayudarnos o destruirnos, según sea el caso.

En ocasiones… Veo muertos. ¡No, no! ¡Ja, ja, ja! Es casi imposible decir estas dos palabras sin acordarse de la película: “El Sexto Sentido”. Ahora en serio, en ocasiones el velo se descorre. Los ojos humanos son abiertos a esa otra realidad oculta y contemplamos sucesos extraordinarios. Esto que voy a relataros ocurrió en Uruguay.

En la ciudad de Florida había un colportor. Para los que no saben lo que significa esta palabra super-hiper-mega-adventista, diremos que es un vendedor de literatura adventista que contiene el mensaje de salud integral que predicamos: mental, espiritual y físico. Para abreviar. Dicho colportor, en su trabajo diario, había contactado con un grupo de espiritistas que se interesaron en su mensaje religioso. Este hombre, no obstante, fue trasladado a otro territorio y este grupo pasó a ser atendido por el director de colportores de la zona.

En la primera oportunidad en que el director les contactó, el médium, director de las reuniones del grupo espiritista y canal de comunicación con los espíritus, lo invitó a que les hablara en su sesión nocturna. Ese día sucedieron cuatro claras evidencias del poder de Dios.

La primera fue ésta. Cuando el director de colportores fue a preparar el estudio bíblico que iba a presentar en ese primer encuentro, oró al Señor y recibió una respuesta inmediata. Todavía estaba orando, cuando vino a su mente con total claridad, todo el esquema del tema que debía presentar. Vio cada una de sus partes y la forma de introducir a Jesús dentro del estudio. Los que estamos acostumbrados a predicar sabemos que el Espíritu Santo actúa así. Es sencillamente sorprendente, no se puede explicar. De manera que para mí esta evidencia es totalmente fiable.
Antes de levantarse de la oración agradeció al Señor por su respuesta increíble. Tenía la convicción de que aquella noche iba a suceder algo extraordinario. Esta convicción acompaña a la presentación de un tema si hemos dejado que Dios abra nuestro entendimiento a su voluntad.
Este hermano nunca había asistido a una sesión espiritista, y se sentía curioso pero estaba tranquilo. Confiaba plenamente en que los malos espíritus no podrían hacer nada en presencia de un enviado de Dios y de su ángel. Para los adventistas los muertos yacen en la memoria de Dios y su consciencia perdida en la tierra del olvido. Creemos en la resurrección, en el día final, y entretanto los muertos desaparecen porque la materia vuelve a la tierra de dónde salió. Para nosotros los fantasmas son demonios que asumen la forma humana para engañarnos y hacernos creer en lo que la Palabra no dice. Pero éste es otro tema. Sólo lo refiero para explicar este punto.
Cuando el director llegó a la reunión encontró una habitación escasamente iluminada y a una veintena de personas sentadas en semicírculo junto a uno de los extremos de la estancia. El médium estaba sentado frente a ellas, detrás de una gran mesa.

Ésta fue la segunda evidencia. La sesión empezó en seguida. El médium leyó media página de un libro espiritista e invocó a los espíritus. Ninguno respondió. Volvió a leer otro párrafo de su libro y a llamar con más ahínco y fervor a los seres del más allá… Repitió estos intentos durante unos veinte minutos sin resultado visible alguno.
Durante todo ese tiempo, el director de colportores estaba orando en silencio por aquellas personas. Finalmente, el médium, claramente frustrado, cerró su libro, lo arrojó nerviosamente sobre la mesa, e invitó al director a hablar. De manera que no se produjo ninguna manifestación de los espíritus habituales.

La tercera evidencia fue ésta. El colportor sintió que el poder de Dios estaba con él y en los demás. Sucedió algo, que un predicador conoce bien. Mientras presentaba el estudio, sintió  una claridad mental y una libertad de exposición que no reconocía como propias. No le eran naturales y no las había experimentado antes. Los oyentes estaban muy atentos y realmente interesados. Cuando terminó el estudio, el médium le dijo con insistencia: “¿Cómo? ¿No nos habla más? Siga, que queremos conocer más de la verdad”. Entonces el colportor les dio un segundo estudio bíblico.

La cuarta evidencia es muy especial. El colportor regresó a casa. Su esposa estaba acostada. A la mañana siguiente ésta le preguntó: “¿Dónde estuviste anoche, a eso de las ocho?” Él contestó: “Predicando en una sesión espiritista. ¿Por qué?” “Porque anoche, a esa hora, sentí la impresión de que estabas en grave peligro y me puse a orar por ti.”
El colportor siguió asistiendo  a esas reuniones. Desde su primera visita se transformaron en un tranquilo y sencillo estudio de la Biblia.
Después de la séptima reunión, el director pensó que ya era tiempo de explicarles la verdad acerca del estado de los muertos y de su error con su experiencia espiritista. Para ello visitó primero al médium en privado. Éste le reveló entonces algo escalofriante pero muy importante. Le contó acerca de la silenciosa e impensable lucha espiritual que se había librado en ocasión de su primera visita al grupo. En esa ocasión, una señora había llegado tarde a la sesión, cuando el colportor ya había iniciado su discurso. Abrió la puerta de la habitación y quiso entrar, pero vio agazapada detrás del médium, una tenebrosa figura, de expresión maligna. Tanto se asustó, que no se animó a entrar y retrocedió hasta que recuperó el aliento.
Cuando se repuso del susto, abrió de nuevo la puerta y se asomó un poco más, para ver al colportor que estaba hablando en el lado opuesto al del ser que continuaba allí visiblemente fastidiado. Detrás del colportor vio un resplandeciente ángel blanco, con las alas extendidas sobre el director, protegiéndolo del mal espíritu que seguía amenazante detrás del médium.
La señora se quedó contemplando extasiada al ángel de luz, hasta que alguien la invitó a entrar definitivamente y a sentarse.
Al oír este relato, el colportor entendió porqué en aquella primera visita, y en las siguientes, no hubo ninguna manifestación espiritista y por qué había sentido tanta libertad mental y tanto poder para presentar el estudio bíblico.

Diez de aquellas personas espiritistas se unieron a la iglesia adventista. Los primeros fueron el médium, de nombre Longino, y su esposa. El colportor que los encontró fue Catalino Paiva, y el director de colportores que los instruyó fue Nicolás Chaij.

Ahí queda el relato. Interesante, ¿no es cierto? A nuestro alrededor hay una pugna constante por nosotros. Unos quieren nuestro bien, otros nuestro mal. Siempre están actuando. Cuando se lo pedimos y cuando no se lo pedimos. Podemos solicitar a Dios que los ángeles de luz nos sostengan en todo momento y si no perdemos de vista el poder de Dios y nos mantenemos en permanente conexión con él, lograremos más cosas de las que habitualmente conseguimos.  Como Pedro, andando sobre las aguas, podemos llegar a pensar que es fácil hacerlo por nuestros propios medios. La experiencia de Pedro nos enseña que necesitamos depender constantemente del Señor. Veo sonreír a algunos… ¿No os lo creéis? Atreveos a probar, es fascinante. No saldréis defraudados de la dirección de Dios en vuestras vidas. Abrazos a todos.

En ocasiones veo… ¡Cosas maravillosas! ¡Disfruta de la vida junto a Dios!

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