martes, 5 de abril de 2011

OCURREN COSAS...



La diferencia entre ver y no ver es una cuestión delicada aunque parece fácil. El Maestro dijo: tienen ojos y no ven o, incluso, el que tenga oídos para oír, oiga. El refrán reza: No hay peor ciego que el que no quiere ver. He pasado años delante de evidencias que hablaban pero no las entendía. Me interpelaban, me gritaban y a veces incluso me sacudían… Pero no era capaz de ver porque mi mente estaba cerrada. Estaba programada de otra manera, estaba condicionada por mis conceptos inamovibles y un montón de paredes que configuraban mi laberinto personal de racionalidad, orgullo, muchas veces, y simple lógica otras. Todo rodeado de un vapor de libertad tan volátil como impalpable.

Pero a mí alrededor estaban ocurriendo cosas continuamente. Las atribuía al azar, la casualidad, la misericordia de Dios posiblemente o a la conjunción de circunstancias. Sí, creía en la causalidad, siempre lo pensé, pero no era capaz de vivir aquello que me contaban que otros vivían. Era para ellos, porque el Señor que tiene una paciencia infinita y es capaz de adaptarse a las pocas o a las muchas luces de cada cual. Esas cosas les ocurrían porque de otra forma sus entendederas no abarcaban lo que el cielo quería decirles…

Para mí era una forma de vida simple, sólo apta para personas engañadas con conceptos simples y peligrosos. Si pides te dan, si no pides no tienes nada. Con las injusticias y las cosas terribles que hay en el mundo que Dios se entretuviera concediendo cosas simples, innecesarias, intrascendentes e incluso egoístas, me parecía insultante, poco dado a la razón. Poco sensato. Provocativo. Injusto. Agraviante.

Esas cosas casi había que ocultarlas porque las personas que no creen en Dios podían tomarlas como absurdas, ilógicas e impresentables. Si alguna vez me había sucedido algo fuera de lo común, como no podía negarlo, lo contaba, pero más como una excepción muy bien justificada que como algo cotidiano en lo que podía confiar. Tenía que estar como excelentemente encajado en mi sistema.

He aprendido en el llanto. He aprendido en el fondo del pozo. He aprendido a desaprenderlo todo y a deconstruirlo pieza por pieza. El Señor me tomó de la mano y me abrió los ojos. Me dijo: Las cosas no son como tú las piensas. Yo soy libre y hago y deshago como es mejor. Nadie me limita, actúo cuando lo creo oportuno, necesario, conveniente y justo. Sí, incluso justo. Tus ideas son tu propio límite. Nunca os obligaré a nada, nunca habrá coacción, chantaje o esclavitud, pero eso no me impide seguir ejerciendo el límite al mal para que nada se destruya antes del tiempo previsto. Ocurren muchas cosas malas, pero nadie impedirá que también ocurran muchas cosas buenas. Mucho depende de vosotros. Más de lo que creéis. Pedid y no os limitéis, en ello va la fuerza de vuestro testimonio, más de lo que quisierais.

Aprendido en el dolor, digo, pero asimilado con placer, con gratitud, con agrado y en paz. Hoy mi vida es distinta. Mi relación con Dios también. Lo ha cambiado todo. Ha habido que hacer muchos cambios. Hoy, sigo aprendiendo. Más abierto que nunca a lo que él me quiera decir. Tratando de “entrenarme” para aceptar sus planes, su dirección. Más dispuesto que ayer a escuchar su voz, pero menos de lo que lo estaré mañana. Ordenando mis pensamientos, limpiándolos, controlándolos, rindiéndoselos a él, en definitiva. Es una lucha de cada día, no cesa, es constante y se prolonga mientras esté en vigilia. Un poco, sólo un poco más cerca del amor de 1ª Corintios 13. Abriendo ese don hacia todos. Sin rencor, sin reproches, sin acritud, sin resentimiento, sin ensañamiento, sin hundimientos irreparables. Siempre dispuesto a luchar con las armas del amor, siempre levantándome tras cada caída, siempre presentando al mal una fe ciega en la misericordia de Dios, siempre con ganas de sanear mi interior por mucho que duela, siempre asido de su mano divina.

Muchas veces agotado, golpeado, atacado o agredido, pero tantas otras sorprendido, maravillado, animado y sostenido por la Gracia de Dios actuando en mi mente y mi corazón.

Como dije en: ¿Ángeles o Demonios? Dispuesto a ser ángel más que nunca, instrumento en manos del Señor para seguir ofreciendo paz y tendiendo la mano a quien lo necesite.

Ocurren cosas. Maravillosas. Son ciertas. Pueden ocurrirte a ti también, el precio a pagar no es muy alto, pero puede ser muy doloroso, no te lo voy a ocultar. No necesitas que todo se derrumbe a tu alrededor para ello. Da sólo un paso hacia una nueva comprensión de las cosas. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno...Nos vemos el jueves ;)

Carlos Catalán dijo...

;)