viernes, 4 de julio de 2008



¿CASUALIDADES?
Nos gusta etiquetar de casualidad a todo aquello que nos resulta atípico, sorprendente y demasiado fácil o coincidente. Particularmente no creo en las casualidades. Creo en las causalidades. Creo que Dios nos ayuda hasta extremos que no podríamos sospechar porque no nos parece que él tenga que estar metido en cosas demasiado cotidianas en nuestras vidas. En el fondo, nuestro racionalismo nos ha devuelto un Dios muy medieval que aunque es todo lo contrario en genio y talante al de ese tiempo, es igual de distante respecto a nuestras pequeñas cosas. Es para pensarlo un poco.
Lo que os voy a contar forma parte de mi colección de situaciones curiosas, raras, espectaculares e infrecuentes que llamamos casualidades pero que yo atribuyo directamente a Dios.
Estaba en contacto con un joven que estaba en la cárcel. Régimen abierto, de vez en cuando tenía libre como para poder visitar a su familia, menos que más, según las ganas de su pobre madre, ella miembro de la iglesia adventista. Nos habíamos visto una vez en su casa cuando él estaba de permiso. Después le había escrito una carta lo más afectuosa y espiritual que al Señor le fue posible inspirarme, dadas mis limitaciones y el hándicap que supone comunicarse con alguien que vive privado de libertad.
Habíamos hablado de poder vernos en el próximo permiso que tuviera. Esto después de haber recibido mi carta y haberme escrito él otra. La comunicación fue buena, sincera, fluida, fácil. Habíamos conectado. Por fin se dio la ocasión después de unos cuantos meses de espera y de una visita que se había producido en el ínterin, pero de manera fugaz. Ocupado él en otros menesteres y yo en la atención de la otra iglesia que estaba pastoreando en ese momento. No pudimos coincidir. Ahora se presentaba una buena ocasión. Ese fin de semana estaría en la iglesia ubicada en la ciudad en la que yo vivía, y él quería dedicarse, más o menos a tiempo completo a su familia en esta ocasión.
Quedamos un viernes a las seis de la tarde. A las siete tenía consejo y su casa estaba cerca de la iglesia así que calculé que 45 minutos podrían ser muy fructuosos con la ayuda del cielo.
De mi casa a la suya, o un poco más y a la iglesia, no había mucha distancia, pero sí la suficiente como para pasarse cerca de media hora larga andando. Como calculaba que siempre salía tarde de la iglesia por la noche cogí el coche para dirigirme hacia su casa. Salí con tiempo. Cuando voy sólo suelo ser puntual. Eran las cinco de la tarde. Pensé que era un exagerado al salir tan temprano. Pero mi pensamiento, creí entonces, me dijo: “mejor así, conviene no confiarse y mejor que esperes tú que él. Si llegas antes puedes dedicarle un buen rato a su madre que siempre está necesitada de un poquito de afecto y una oración cariñosa”. Total desde mi casa a la suya en coche no iba a tardar más de diez minutos.
Cuando enfilo la calle de atrás de mi casa para dirigirme al casco antiguo, él vive cerca del ayuntamiento en plena zona histórica, me encuentro una caravana de coches hasta donde me alcanza la vista, en una calle que era recta hasta el desvío. Me digo, “bueno, no pasa nada, será cosa de unos minutillos. Aquí nunca hay atascos de este tipo.” Pasa el tiempo y empiezo a preocuparme. Un tramo que hubiese recorrido en dos minutos se me convierte en una peregrinación de cuarenta… Por fin voy llegando a la calle que lleva al centro a la espera de poder tomar el desvío por una callejuela hacia al ayuntamiento. Todo parado. “Habrá habido algún accidente, estarán de obras, pero qué raro porque ha estado toda la semana bien…” En fin, ya sabéis ese tipo de cosas en las que se piensa habitualmente para encontrar una razón a una tardanza tan inusual.
¡Tardo quince minutos más en llegar a la dichosa callejuela que también está a tope! No puedo dejar de describir la angustia que me recorre el cuerpo pensando que con lo exageradamente temprano que he salido aún voy a llegar tarde. “¡Mira que con lo temprano que he salido! ¡Madre mía, pero si con lo que cuesta aparcar normalmente voy a encontrar todo imposible!
La callecita me lleva a la plaza del ayuntamiento. ¡A tope! Ahí me pego media hora más y desde ese punto perdí la cuenta del tiempo. Me enfadé. Los nervios me comían. Pasaban las seis y mi amigo me estaría esperando. No llevaba teléfono al que llamar. Todo se conjuraba en contra. Le digo a Dios: “¡Señor, pero si estoy haciendo tu obra! ¡Pero si quiero visitar a una persona a la que quiero hablar de ti! ¡Pero si llevamos tanto tiempo planificando este momento! ¡Lo vamos a perder! ¡Me esperará en balde! ¡Se irá!” Estoy sudando, las manos mojadas y la frente empañada. Entonces…, mi pensamiento…, o una voz clara me dice: “Precisamente, estás trabajando para Dios. Ten confianza.” Nada más, sin más razonamientos. Ese pensamiento se detiene aquí y es como si yo volviera a tomar las riendas de mi cabeza y me digo a mi mismo que es verdad que debo confiar en el Señor y que respire hondo. Es lo que hago a continuación. Un poco más calmado y como después de haber recibido una reprimenda, trato de controlar mi pensamiento y mostrarme confiado.
La vuelta a la plaza en busca de sitio para aparcar es lenta de morirse, agónica, hasta parece que mi propio pensamiento está puesto a 45 revoluciones. Doy media vuelta a la plaza viendo como algún sitio para aparcar desaparece entre la marabunta de coches que buscan lo mismo que yo. ¡Nerviooos! Ya me está entrando el descontrol otra vez pero el eco de la orden: “Ten confianza”. Todavía resuena en mi mente. Pienso en tomar la calle que sigue enfrente desde la plaza hasta un aparcamiento que puedo encontrar a unos cien metros. No os podéis imaginar el tiempo que ha ido pasando entretanto. Parece cosa de una peli de Shyamalan. Surrealismo total. Son las seis y cincuenta minutos. Dentro de nada tengo que estar en la iglesia para el consejo ¿Os lo podéis creer? Hay que vivirlo, de verdad. Cuando voy a paso de tortuga milenaria con mil kilos a la espalda enfilando la calle dichosa para ir hacia el parking, un rayo de catastrofismo cruza mi oscurecida mente: “Se habrá ido. Se habrá cansado de esperar…, qué rabia, tanto tiempo invertido para nada…” Entonces otro pensamiento, otra voz, que no se corresponde con mi estado mental natural en ese momento, me dice: “¿Te imaginas que ves a ‘X’ venir desde esta misma calle frente a ti?” Me río de este pensamiento y me quedo blanco como si hubiese vistió un fantasma y se me va la respiración cuando lo veo aparecer frente a mí. Es un shock impresionante. Le pito y llamo su atención. Él me reconoce, bajo el cristal del acompañante y le digo, “¡Aparco allí sobre aquella acera y hablamos un momento!” “¡Vale, vale!” Y me sigue. Es increíble pero por fin el acceso a ese aparcamiento y el paso por la calle que me lleva a él se me hacen fáciles. No hay casi coches. La calle es estrecha y por eso enfilo hacia la acera del parking para poder parar y hablar con él. Paro, salgo y nos damos un abrazo. Se disculpa corriendo por, atentos: “No haber estado en casa”… En ese momento mi mente bulle. “No ha estado. Hubiese ido para nada. Hubiese esperado todo el rato posible pero seguro que después de cuarenta minutos, que es lo que hubiese podido esperar con margen para marchar y llegar aparcando cerca de la iglesia para el consejo, me hubiese marchado. El Señor me ha dirigido para encontrarme con él ni un segundo antes ni uno después. No era mi pensamiento. Dios me hablaba. O mi ángel de la guarda en su nombre. No sé. El encuentro fue tan certero como una saeta que da en el blanco desde una larga distancia. Yo temblaba y sentía ganas de llorar.” Otro pensamiento me dice: “cuéntaselo exactamente tal como lo has vivido, es lo que necesita oír”. Así que le digo: “Fulanito, no puedes hacerte una idea de cómo te ama Dios. ¿Sabes qué me ha pasado? Se lo cuento todo con pelos y señales, acabo jadeando y asegurándole que Dios ha dado mucha importancia a este encuentro y las cosas han ido así para que su corazón quedara afectado.” A mitad del relato, quiero deciros, él ya estaba llorando. Oré con él desde la intensidad de las emociones vividas y la absoluta seguridad de que Dios me había dirigido en cada paso y a cada minuto. Terminamos abrazados. Él no sabía cómo darme las gracias. Yo todavía estaba pisando las nubes y con una extraña sensación de estar en este mundo pero conectado a otra realidad.
Llegué con un pelín de retraso al consejo pero no fue nada comparado con el retraso de otros. Impresionado. Emocionado. Había aprendido una gran lección sobre la fe y la manera como Dios dirige nuestras vidas. Yo pensaba que 45 minutos serían buenos para una conversación que tocara su corazón para presentarle a Jesús y sólo tuvimos cinco minutos escasos. Aprendí también una gran lección sobre la confianza que debemos depositar en él y sobre su real y palpable presencia en nuestro servicio a su causa. Saca las conclusiones que quieras. Para mí, el tema está muy claro. Piénsalo. Dios puede estar tan cerca de ti que te sorprendería.

martes, 8 de abril de 2008

NICOLASA LA GRANDE



Este texto es casi un pequeño homenaje a una pequeñita mujer, pero grande de espíritu. Una persona, para mí muy querida, la ancianita Nicolasa, colombiana, para más señas. Recuerdo con emoción cómo me contaba que de bien joven enviudó con la responsabilidad de mantener a su cargo la enorme prole que había engendrado con su difunto esposo. Para nuestra sociedad europea, casi de hijos únicos y de familias cada vez más monoparentales, una familia de seis, siete o diez hijos nos parece extraño, sin embargo para ese entorno y esa época era lo más normal. Como en la vieja España: “Hijos, los que vengan.” No se acostumbraba a poner remedio ni control por otras razones más que ahora no vienen al caso
Esta buena mujer, creyente hasta la médula y valiente como pocas, vivió experiencias extraordinarias que me contaba cada vez que iba a visitarla. Siempre me parecía que en aquellas visitas el mayor beneficiado era yo. Me contaba historias increíbles, cuando le leía algún texto de la Palabra de Dios, ella se lo sabía de memoria, siempre me decía que oraba por mí…, yo sentía que el Señor me enviaba allí para crecer… Su enorme y sencilla fe me tenía cautivado. Vivía en un pisito muy humilde. Todo en ella lo era, su vida, sus costumbres, su propia manera de entender el mundo y las relaciones.
A pesar de eso era una mujer valerosa y había atesorado a lo largo de sus setenta y tantos años, cuando yo la conocí y atendí durante mis cuatro años de pastor en Igualada, unas vivencias fuera de lo común.
Una de las más espectaculares fue la que me contó en relación con la Guerrilla. Este no es un espacio para la crítica a políticos ni a partidos, por eso sólo me limitaré a contar lo que Nicolasa me relató. Ella era una viuda reciente y joven. Sus hijos madrugaban desde el mayor hasta el más pequeño para atender distintos trabajos en el campo y otras tareas. Trabajaban duro para sobrevivir, a pesar de que vivían en una pequeñita hacienda que había heredado. De camino a su lugar de destino tenían la costumbre de pasar por la cantina. Allí el cantinero les informó que los de la Guerrilla habían dicho que pasarían a saquear su hacienda aquella misma noche. No entraremos en detalles pero cuando he contado esta historia una vez, una hermana colombiana me dijo que la Guerrilla no hacía esas cosas. Lo cierto es que hay testimonios abundantes de que esto ha sucedido más de una vez. En aquel momento, en aquella región, tenían costumbre de tomar por la fuerza lo que los aldeanos, no daban de buena gana para el mantenimiento de la causa. Los hijos fueron a trabajar y una vez terminado el día, allí la gente se toma la vida con tranquilidad, y una vez de regreso a casa, le informaron a Nicolasa de la situación.
Cuando Nicolasa me contaba esta historia, estaba en casa viviendo su hijo pequeño Abimael, que ya era un hombretón, por supuesto, cuando yo los conocí. Él corroboró cada detalle. Nicolasa les dijo a sus hijos que los ángeles del Señor serían enviados para protegerlos. Yo pensé: “¡Qué valiente! ¡Mira que si después pasa una desgracia! ¡En qué queda la fe en Dios ante aquellos hijos!” Para mí, persona racional, europea y poco dada a las aventuras, aquella declaración era no sólo atrevida y arriesgada, sino peligrosa por las consecuencias negativas que podían tener en su experiencia religiosa si las cosas iban mal. Mientras pensaba todo esto a gran velocidad Nicolasa me seguía contando: “Les dije a mis hijos que estaríamos orando toda la noche.” Así lo hicieron. Uno tras otro. Terminaba uno y empezaba el otro y así toda la noche. Me llamó la atención que Nicolasa pidió a sus hijos que se echaran en el suelo debajo de la mesa del comedor. Fue un detalle inteligente. Oraba, tenía fe, pero no corrió riesgos innecesarios. Lo primero que hacían al llegar para saquear a los no colaboradores era disparar una abundante ráfaga de metralla a media altura. Todo el que estuviera de pie o sentado quedaba fulminado. Esto me hizo pensar que mientras ella pedía al Señor protección, trató de poner de su parte para no tentar al diablo más de lo necesario.
Claro, a estas alturas estaréis preguntándoos qué pasó… Pues no pasó nada. Todavía de madrugada, cuando aún no había salido el sol retomaron su vida normal, un poco muertos de sueño, pero satisfechos de que el Señor los había librado de una muerte segura.
Nicolasa tuvo que esperar hasta el nuevo atardecer, a la vuelta del trabajo de sus hijos, para recibir un sorprendente informe que había mantenido en estado de excitación a sus hijos durante todo el día.
Cuando llegaron le contaron que en la cantina los de la Guerrilla habían estado hablando de lo acaecido durante esa noche de oración. El cantinero les preguntó: ¿”Pero a quién conocen ustedes que pudo protegerlos de esa manera?” Habían cercado la hacienda, habían estado allí, pero no se atrevieron a mover ningún arma en su contra porque estaba protegida por un batallón de aguerridos soldados que la rodeaban. En guardia, armados hasta los dientes y en permanente estado de vigilia… Pone la piel de gallina ¿verdad? Cuando Nicolasa oyó este relato les dijo a sus hijos: “Ven queridos. El Señor mandó a sus ángeles poderosos para guardar nuestras vidas”. Así lo testimoniaron sus hijos. Pudieron dar un fuerte e impresionante testimonio a todo el que tuvo el privilegio de escucharlos porque hablaron de Dios y de sus ángeles enviados.
Yo casi lloraba cuando escuché este relato, porque acto seguido la noble y bondadosa ancianita me hizo un corto pero sentido discurso sobre cómo el Señor guarda a sus hijos si acuden a él en oración. Quedé profundamente impresionado. No podía dejar de pensar en la fe de aquella mujer. En cómo Dios se adapta perfectamente a cada persona y cómo este tipo de cosas es más frecuente entre la gente que cree sencillamente en las promesas de Dios. Pensé en mi propia incapacidad para creer esas mismas promesas con aquella confianza tan infantil, pero a la vez tan eficaz, en manos de Nicolasa.
¿Tenía más fe ella que yo? A veces me sentía desanimado pensando en estas cosas. Lo cierto es que el Señor me ha dado suficientes evidencias de su presencia y amor en mi propia vida y, también ha tenido la amabilidad, sabiduría y misericordia de adaptarse a este pobre europeo, más racional y menos atrevido que aquella increíble ancianita a la que llegué a querer con tanta ternura.
Tengo que confesaros que desde aquellos años empecé, como nunca antes, a percibir y a captar cosas a mí alrededor, que no había sabido, podido, o querido ver. Para mí la fe de Nicolasa fue un llamado, un reto, una provocación. Empecé a pedirle al Señor que me quitara la venda de los ojos porque seguramente me estaba perdiendo algo y no estaba interpretando correctamente las señales que Dios me estaba enviando. Algún otro día os contaré como mi ministerio empezó a cambiar desde aquel entonces. Fue un proceso gradual, pero hoy puedo contar mis propias experiencias curiosas, increíbles o extrañas a las que puedo dar una explicación porque veo al Señor detrás de cada una de ellas. Pero esa, es otra historia…

lunes, 24 de marzo de 2008

ÁNGELES ENTRE NOSOTROS





Las historias sobre ángeles nos adentran en un mundo desconocido. El mundo espiritual. “Pneuma” significa aire y los ángeles se mueven en este medio en nuestro mundo. Aire porque no los podemos atrapar o tocar, pero sí los podemos sentir y cuando ellos quieren o Dios se lo ordena, más bien, se hacen visibles, toman una forma humana o se dejan ver como son, si es que son como se muestran, según la ocasión lo requiera. ¡Cuánta ciencia desconocemos! ¿Cómo pueden materializarse cuando su ser natural parece incorpóreo pero no desprovisto de una forma? ¿Cuál es su verdadera forma, la que adoptan ante nosotros o la que aparece en las visiones del trono de Dios en Ezequiel, por ejemplo?
¿Todos los ángeles son iguales? Parece que Lucifer era querubín, como decíamos en el artículo anterior, y que hay serafines y arcángeles, la tradición recoge más. Parecen haber diferencias entre ellos, en cuanto a poder, atributos, sabiduría o forma. La misma creación de Lucifer dice que Dios se esmeró con él más que con nadie. La cuestión de las diferencias es evidente. Heb. 1: 7
¿Cuál es su forma verdadera? Alas, sin alas, con rostros de animales –ver los querubines alrededor del trono de Dios en Ezequiel, Ez 1: 5, 6, por ejemplo-. Siempre aparecen con forma de varón, por ver alguno de los múltiples ejemplos: Dan 8: 15; 9: 21, Hch 1: 11. ¿Aparecen, a pesar de su brillo y gloria, con una forma que no nos atemorice? Podría ser, pero incluso así cuando se muestran con un aspecto glorioso los profetas tiemblan y desfallecen.
¿Qué dimensiones desconocemos? ¿Cómo pueden ir i venir tan deprisa desde lo que llamamos cielo a este mundo y volver a Dios que los envió en el cumplimiento de sus misiones? Recordemos la oración del profeta Daniel en el capítulo 8 y 9 de su libro. Mientras Daniel está orando en busca de respuestas Dios le envía al ángel Gabriel para que le oriente.
¿Cómo de grande es su poder? ¿Cómo puede un solo ángel destruir un ejército asirio de 185.000 hombres? Aunque Isaías habla del Ángel de Eterno, Is. 37: 36 y cómo muchos interpretan, esta nomenclatura se aplica a Dios-Hijo.
¿Qué implica que el hombre sea de creación un poco inferior a los ángeles? Heb 2: 6, 7 Dios los creó en determinado y grandioso número, pero que sepamos sólo los seres humanos pueden procrear. Los ángeles no. Ellos pueden hacer, sin embargo, cosas imposibles para los hombres.
Los ángeles son seres excepcionales, únicos, de aspecto parecido a un relámpago o a llamas de fuego, espíritus ministradores, con forma humana cuando aparecen, pero de aspecto fantástico en algunas visiones proféticas cuando tienen diversos rostros y numerosas alas.
No podemos ir más allá de lo que dice la Biblia sin caer en la ciencia ficción. Nadie nos prohíbe imaginar o intuir, pero no podemos hacer declaraciones categóricas más allá de las declaraciones bíblicas ni fiarnos de la tradición al cien por cien. Siempre hay algo de verdad y algo de mítico en las tradiciones.
Lo cierto es que intervienen en determinadas ocasiones para servir al propósito de Dios. Nos ayudan de manera anónima o a veces visible pero nunca dándose a conocer directamente. Tengo un tío abuelo, Antonio, que ha sido pastor muchos años. Un hombre de verdadera vocación cuyo servicio al Señor ha podido ir gustosamente más allá de los límites de lo que llamamos jubilación. Su experiencia como siervo de Dios acumula numerosas historias a cuál más increíble. Las hemos podido disfrutar en familia numerosas veces. Recuerdo una que me impactó profundamente. Cuando él era un joven pastor e iba por esas “carreterillas” de entonces con su dos caballos, se dirigía a un pueblecito perdido a instruir bíblicamente a un matrimonio. La carretera rural iba de un pueblo a otro por entre las montañas, os podéis imaginar. Aún quedan por ahí algunas de esas carreteras, “comarcales de tercera división” que casi nadie usa, en las que sólo cabe un coche, y con quitamiedos de cemento y piedra para no caer por el barranco que bordean. En medio del viaje oyó un ruido seco y el coche se detuvo. Se agachó y descubrió con disgusto y sorpresa que el palier se había partido. Ya sabéis que es el eje que transmite el movimiento desde el diferencial hasta las ruedas motrices. Hizo lo único que podía hacer, orar. Le pidió a Dios ayuda para poder llegar hasta el pueblecito, como fuera, y dar el estudio bíblico. Al terminar su oración y abrir los ojos estaba junto a él un joven alto y apuesto que le brindó su ayuda. “¿Qué le pasa, necesita ayuda? –“Sí, se me ha roto el palier y no puedo continuar mi viaje”. El joven se agachó y pidió el gato para manejar mejor la pieza… El pastor se sorprendió porque se preguntaba qué es lo que podría hacer aquel joven sólo con sus dos manos como herramienta. Para echarse a reír, pero la intención es lo que cuenta. El joven parecía muy determinado y seguro. Antonio se agachó para ver que es lo que estaba haciendo y se quedó petrificado y con la piel erizada. Ante sus ojos aquel joven manipulaba el acero del palier como si fuera mantequilla engarzándolo con la misma facilidad que se maneja la pasta de harina o la plastilina. Unió de nuevo la pieza. Los dos se levantaron. “Bueno, ya está, por lo menos podrá llegar hasta el pueblo y buscar un mecánico que le cambie la pieza rota” Antonio, que todavía no se había repuesto de semejante experiencia, acertó a preguntar de manera inteligente: “¿Usted es un ángel, verdad?” El joven le miró sonriente y cómplice y le contestó: “¿Nunca me habían hecho esa pregunta?” Antes de que Antonio pudiera darse cuenta, el joven había desaparecido… La cara de incredulidad del mecánico ante esta historia y la forma como había sido “unido” aquel eje es algo que quedará para siempre en las retinas de Antonio junto a esta historia fantástica pero real.
Es sólo una de muchas. Hay miles de historias así. Conozco personas que han conversado con ángeles. Casi siempre se dan cuenta más tarde, casi siempre nos pillan por sorpresa, es tan increíble que nuestra reacción llega tarde. Hay libros escritos sobre experiencias con ángeles. Nos ayudan cuando estamos en peligro, nos colaboran anónimamente para resolver situaciones difíciles. Nos salvan la vida, nos avisan de peligros, nos cobijan, nos animan… La lista es larga, larguísima.
Tengo muchas experiencias vividas con ángeles para compartir con vosotros. Las iré publicando poco a poco. ¿Tienes alguna? Escríbela y compártela con todos. Vale la pena constatar la acción permanente y constante de Dios por nosotros. No nos olvida nunca y sus ángeles están continuamente ayudando a los seres humanos. ¡Venga, espero tu colaboración!

miércoles, 13 de febrero de 2008



GUERRA Y PAZ

Introduzcámonos…
Hay muchas personas que no tienen confianza en el cristianismo porque los que profesamos esta fe nos pasamos el tiempo discutiendo quién tiene más razón o quién está en la iglesia más verdadera. Entretanto, los que lo ven desde lejos se preguntan a qué viene tanta enemistad, tanta pelea, tanta iglesia y tanta discusión.
Es históricamente notorio que los cristianos de un bando y del otro, católicos y protestantes, se han perseguido unos a otros alternativamente cuando han tenido la oportunidad, da igual quién empezara primero. Es la historia de siempre. Los seres humanos tenemos una necesidad enfermiza de posicionarnos en un bando y para darnos razones no hay método más seguro que atacar las del vecino. Así, el creyente se posiciona contra el incrédulo, el ateo contra los creyentes, los agnósticos dicen estar fuera del circuito pero su indiferencia no deja a nadie indiferente y finalmente también mantienen una postura irreconciliable con las otras; los católicos contra los protestantes y viceversa. Tanto monta, monta tanto.
La cuestión es que el problema no es pensar, ya dice un refrán que donde todos piensan igual es que no piensa nadie. El problema de fondo es que convivimos con dificultad con quien piensa diferente a nosotros. Los elementos combinados de temperamento y carácter, de ideología, de cultura, de educación, de raza, de religión, de sexo, de edad o de costumbres, por poner algunos ejemplos, hacen que busquemos de forma instintiva estar junto a aquellos que nos harán la convivencia más fácil porque nos aseguran menos roces y conflictos. Un sarao de mucho cuidado y que los sociólogos vienen estudiando hace ya mucho tiempo. Para mi no tiene arreglo si no dejamos que Dios haga algo, y este pensamiento es bastante paradójico teniendo en cuenta que soy idealista desde la raíz. Pero hay una realidad y es la naturaleza humana que ha demostrado a lo largo de los siglos ser incapaz de mantener este mundo en orden, en paz, en armonía y sin destrucción.
Y digo yo, por lo menos podríamos esforzarnos un poquito para hacernos la vida más llevadera unos a otros. Pero esto ya se hace, ¿no? Eso decimos, con la boca pequeña…
Desarrollémonos…
Resulta obligado e inevitable, por definición, que deberíamos ser los cristianos los primeros en demostrar que con el poder de Dios, en el que creemos, esto es posible. Por lo menos parece que algunos lo están consiguiendo. No obstante, sin ánimo de ser derrotista, estamos muy lejos de proporcionar a quien lo ve desde afuera un espectáculo digno de admiración.
Lo más frecuente es encontrar personas que dicen no tener fe en la iglesia por su actuación en el pasado; otras no creen por la prepotencia de las distintas ideologías y corrientes cristianas, continuamente enfrentadas.
Las dos grandes firmas compiten entre ellas para ver quién se lleva más gente y las PYMIS (pequeñas y medianas iglesias) no se toman en cuenta porque no afectan demasiado a las grandes cuentas. Lamentablemente, por un lado, por lo que significa en cuanto a libertad, y desgraciadamente, por el otro, por lo que significa de deterioro humano, vivimos en un mundo en el que cualquier desequilibrado con iniciativa se monta su chiringuito personal y afirma hablar en nombre de Dios organizando su propio cotarro “espiritualoide”.
Y los espectadores desde el otro lado del escaparate, alucinan y, a veces, no sin cierta desidia, se preguntan quién tendrá la razón. Seguramente ninguno, concluyen, porque si la religión significa enemistad, guerra y muerte, quién la necesita. No vale la pena creer, es sólo un engaño, una camama, una comida de tarro para gente enferma y dependiente sin iniciativa ni libertad.
Hay opiniones más agresivas aún, pero para qué reproducir los improperios que rebajan la dignidad del creyente al nivel de las amebas. Ya conocemos el abecedario…
Pero, ¿y si la culpa es nuestra? No faltan todavía hermanos cargados de buenas intenciones que no soportan que las autoridades religiosas de sus iglesias o congregaciones, si hablamos a nivel de dirección o de experiencia local, se relacionen, planifiquen actividades en común, intercambien el púlpito o se reúnan para orar con religiosos de otras denominaciones. “No debemos mezclarnos con los falsos hijos de Dios”, “no debemos ceder nuestras plataformas de oratoria a las falsas ideologías y creencias”… Paráfrasis arriba o abajo, más o menos.
¿Tienen miedo de contaminarse? ¿Temen perder su identidad? ¿Creen que Dios les prohíbe convivir religiosamente con personas de otra fe? ¿Piensan que así traicionan sus principios? ¿Ignoran que hijos de Dios son todas aquellas personas que viven su fe de forma sincera e intensa, tengan el credo que tengan? ¿Acaso no distinguen entre iglesia de Dios y pueblo de Dios? Pueblo de Dios somos todos los creyentes. Para mi es una verdadera vinculación, porque va más allá de los credos y señala la praxis, que para Dios es más importante. “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” Mateo 7: 21 El texto no especifica si es de una iglesia u otra, pero algunos se empeñan en hacer una exégesis de “mercadillo” y hacer decir al texto que la voluntad de Dios sólo la realiza quien está en la iglesia “verdadera”… ¡Tela! El que hace la voluntad de Dios aquel que hace lo que conoce y comprende que éste le ha dicho, otra cosa es que no quiera conocer y caiga en la ignorancia voluntaria, esto es otro asunto.
Pueblo de Dios, iglesia de Dios. Es un buen tema para otro artículo. A él vendremos más adelante.
A pesar de nuestras limitaciones y de nuestra lamentable condición, sería posible, si el poder del Espíritu de Dios actúa en nuestras vidas, que se produjera el milagro de que los distintos grupos religiosos nos lleváramos bien. Esto se da si el Espíritu Santo tiene nuestro permiso para realizar el milagro. ¿Qué podría impedirlo? Nuestros prejuicios, nuestro orgullo, nuestra prepotencia, nuestra falta de humildad, nuestra ausencia de paz interior, nuestros radicalismos, nuestra impaciencia, nuestra agresividad “natural y teológica” hacia otros de distinto credo, nuestra incapacidad para diferenciar entre las ideas y las personas y sus relaciones, nuestro espíritu sectario, nuestro miedo personal y colectivo, nuestras supersticiones religiosas y culturales, nuestra intolerancia, nuestro racismo, nuestro sexismo, nuestra testarudez, nuestra incapacidad para los cambios, nuestra visión escatológica… ¿Interminable? Es la realidad. He visto en una u otra medida distintas combinaciones de esta lista en distintos grados en las actitudes de muchos hermanos en distintas iglesias… ¡Terrible, pero cierto! En cualquier iglesia, no es exclusivo de una denominación concreta, aunque en algunas se ha instalado con más fuerza que en otras.
¡Qué miedo debemos dar desde afuera! Es hora, y así lo vienen entendiendo algunos, de que podamos sentarnos a servir a Dios en determinados esfuerzos coordinados. Por supuesto que las diferencias entre las distintas comunidades religiosas determinan una praxis distinta en su acercamiento a la sociedad y que cada una promueve un estilo de vida con matices distintos, pero eso, y sin pérdida de identidad, no debería ser un impedimento para que aquellos que dicen vivir bajo la gracia de Dios puedan entenderse, servir a Dios conjuntamente y amarse sinceramente.
Parece que la utopía nos está sirviendo un plato frío. Cierto. La historia nos demuestra que, salvo raras excepciones, las distintas religiones cristianas han mantenido relaciones pacíficas en contadas ocasiones, que es más frecuente el enfrentamiento, el aislamiento y la empalizada atrincherada que defiende fronteras a golpe de mortero teológico que la paz permanente. ¡Ojalá fuésemos ignorantes de la historia! ¡Ojalá nada nos desilusionara con tamaña crueldad! Pero como el cristiano es utópico por definición, tenemos que seguir intentándolo hasta que el Señor vuelva y se acabe este mundo desesperanzado para dar lugar a uno nuevo y perfecto. En el intento habremos crecido, habremos madurado, habremos desarrollado tolerancia, habremos adquirido capacidad para dialogar, para escuchar y respetar, habremos desarrollado los dones del Espíritu, a saber, amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio… Gálatas 5: 22
Concluyámonos
Si no desarrollamos las buenas relaciones con los de “casa” ¿cómo vamos a poder predicar del poder de Dios que cambia las vidas para bien? El primer evangelismo se realiza de puertas para adentro, y eso parece llamarnos a los cristianos, en general, a ofrecer una imagen real de paz y amor a todos los que no se consideran dentro de este círculo de creyentes. Las preguntas que podemos plantearnos para la reflexión bien podrían ser: ¿es atrayente el cristianismo visto desde afuera? ¿Damos los cristianos una imagen apetente? ¿Reflejan nuestras relaciones al Dios de paz que predicamos?
Es nuestra tarea pendiente, todavía. ¿Qué podríamos decir entonces de nuestras relaciones con las grandes y pequeñas religiones no cristianas? Capítulo aparte… Pero muchas de las cosas que hemos dicho aquí bien podrían aplicarse a este contexto ahora solamente sugerido.
¿Queremos que la buena noticia sea conocida, por lo menos? Pues no caben excusas. ¿Nos importa más el amor de Dios que nuestra teología particular? No podemos seguir perdiendo el tiempo discutiendo, en el mejor de los casos, alrededor de una mesa. ¿Queremos romper con la imagen de la religión de marketing que sólo busca ganar clientela para su propia ganancia? Prediquemos a Jesús y dejemos que la gente elija sin prejuicios dónde se siente más cómoda e identificada. ¿Amamos de verdad a Dios? Mostrémoslo amándonos sinceramente unos a otros desde el respeto y las buenas relaciones. ¿Imposible? Tú decides, estoy convencido de que Dios tiene el poder de hacer el milagro realidad porque está ocurriendo en muchas mentes y corazones. ¿Te apuntas? Si no es así concluimos nuestro cristianismo en un lapidario Requiestat in Pacem. Dios te bendiga.

lunes, 28 de enero de 2008

EDUCANDO EDUCAN-DOS

Para llorar. Miércoles por la tarde, conduciendo hacia Valencia, escucho la noticia por la radio y me quedo tan sorprendido que de repente no sé hacia dónde iba ni porqué.
El juzgado de lo penal número 5 sentencia que obligar a un niño a ducharse no constituye una conducta repugnante o vejatoria. La Audiencia Provincial de Murcia se ha pronunciado con rotundidad. Después de este encabezamiento mi cabeza empieza a echar humo pensando qué situación puede haber dado lugar a semejante sentencia. Aunque parezca obvio, el hecho no es que la madre ante la tozudez e indocilidad del niño lo haya llevado a la ducha a la fuerza y lo haya mojado incluso con los pantalones puestos, sino cómo ha llegado a producirse la denuncia porque me extrañaba mucho que un niño de siete años, por muy malas pulgas que tenga pudiese denunciar a su madre por una cosa semejante.
Cuando indagas descubres que los padres andan de muy mal rollo y al padre le ha parecido mal domar a su hijo en su alarde de autoafirmación. Resultado, uno denunció al otro y viceversa. El padre pierde y decide recurrir a la Audiencia de la que obtenemos esta sabrosa noticia y curiosa sentencia. Las peleas de los padres causan desorientación y una conducta desordenada a los hijos. Algunos olvidan que educando, educan dos. En armonía. Cuando uno tira hacia un lado y el otro hacia el opuesto, el niño que está en medio opta por hacer lo que le place, sufre arrebatos de mal humor y pataletas por lo que o consigue y trata de llamar la atención porque no se siente querido.
Marcar límites es algo muy saludable que los niños necesitan que hagan sus padres. Límite para aprender a respetar, para saber hasta dónde llegar y dónde es mejor no meterse, para evitar peligros, para aprender una conducta socialmente aceptable y que le evite problemas y rechazos, para sentirse protegido, cuidado y amado, para mantener la estabilidad emocional y crecer sin carencias. Muchas son las ventajas. Sin límites los inconvenientes son innumerables. Pero, pobrecito niño mío, ¿para qué lo vamos a contradecir? Dicen algunos padres con tendencia a la lasitud. ¿Para qué vamos a hacerle pasar un mal rato contradiciéndolo? ¿Para qué vamos a ponernos de los nervios tratando de doblegar su voluntad? ¿Vale la pena limitar su libertad y autoafirmación y no será eso más negativo que beneficioso?
Para llorar. El resultado de este sistema educativo ha producido en nuestra sociedad multitud de personas que se frustran cuando no consiguen lo que quieren, que tiene reacciones agresivas cercanas a la violencia, que reaccionan con desmesura ante las dificultades, que no tienen escrúpulos si llega la ocasión de aplastar a alguien cuando quieren alcanzar un objetivo, o que no son capaces de luchar por nada y están esperando que todo les sea servido.
Una locura. Por eso no podemos olvidar que la educación lo es todo. La buena, la que requiere principios, valores, la que encuentra el camino de su verdadera libertad en el respeto a su vecino, la que proporciona individuos libres de complejos, de carencias y de incapacidades éticas, morales y sociales.
Para meditar profunda y seriamente, la verdad.

lunes, 21 de enero de 2008


MITOS Y LEYENDAS
Más que hablar de mitos y leyendas sería interesante que echáramos un vistazo a la única y directa fuente de información segura sobre los ángeles. Las invenciones, la tradición y los añadidos personales, caerán por su propio peso cuando contrastemos lo que la Biblia dice sobre los ángeles, su origen, su naturaleza y misión. Más allá sólo cabe la imaginación. Aún con lo que sabemos no hay para afirmar a ciencia cierta cuál es el sexo de los ángeles ni si tienen alas o son como se nos aparecen en realidad. El profeta Ezequiel ve cosas que a nosotros nos parecerán dignas de una película de Star Wars o Narnia…, llamas, cuatro caras, varios pares de alas, ruedas que cantan. En fin, de la realidad a lo que es puede haber el mismo trecho que de la descripción de la televisión hecha por un hombre de hace 4000 años a lo que nosotros conocemos con toda naturalidad y referencialidad.
Desde luego no es un tema trascendental. No depende de él nuestra salvación ni es un asunto que nos quite el sueño. Precisamente por eso es un tema amable, agradable de tocar e interesante. Sin pretender decir que los otros temas importantes nos quiten el sueño o nos causen preocupación, por lo menos cuando se conocen bien proporcionan mucha paz. Pero la cuestión es que la angelología no plantea debates irritantes ni divide a nadie. Que sean como quieran, sabemos que son seres de luz, de amor y enviados por Dios. El resto entra a formar parte de los sentimientos y consecuencias que de esas presencias invisibles se derivan: protección, seguridad de la presencia de Dios, paz, comprensión de la Palabra, acción del Espíritu Santo, presencia de Dios… No acabaríamos.
Podemos plantear un sencillo esquema para tratar el estudio: origen y naturaleza, misión y testimonios, pero sin pretensiones más allá de lo que supone un acercamiento para el que no disponemos de abundante información. Será práctico sacar alguna conclusión a cerca de cómo sirven a Dios, del ejercicio de su propia libertad y de la obediencia estricta a Dios y relacionarlo con nuestra propia vida.
SIGNIFICADO DE ÁNGEL
La palabra ángel significa mensajero. Tomamos de wikipedia una información básica y al alcance de todo el mundo: “La palabra española procede del latín angelus, que a su vez deriva del griego ἄγγελος ángelos, ‘mensajero’. La palabra hebrea más parecida es מלאך mal'ach, que también significa ‘mensajero’. «Ángel» también se usa en la Biblia para las siguientes tres palabras hebreas:
• אביר abbir, Salmos 78,25 (literalmente ‘poderoso’)
• אלהים Elohim, Salmos 8,5
• la oscura שנאן shin'an, Salmos 68,17”
Esta pequeña introducción nos vale para entender que los ángeles traen mensajes del cielo hasta la tierra puesto que son enviados por Dios para ello.
Son la primera creación de Dios. Antes de que creara el universo y al ser humano, los ángeles ya están ahí. La presencia en el huerto del Edén del árbol del conocimiento del bien y del mal nos habla de que Lucifer ya hace tiempo está obrando como adversario de Dios y rebelde que puede llegar a tentar a la pareja, pero sólo en el lugar que Dios ha delimitado. En Job 38: 7 se habla de ellos como las estrellas del alba que adoraban a Dios antes de que se echaran los fundamentos de la tierra.
CLASIFICACIÓN
Hay pocas cosas que la Biblia diga sobre los ángeles y en la cultura popular hebrea encontramos rastros de un mayor conocimiento. Pablo, por ejemplo, declara que nuestra lucha no es contra carne ni sangre sino contra: “principados, potestades, dominadores y espíritus del mal.” ¿Es una clasificación? ¿Son sólo adjetivos distintos para la misma hueste? No lo sabemos al cien por cien aunque por las pistas que encontramos en la Biblia, parecen haber diferencias interesantes entre los componentes de este ejército celestial.
La Biblia, como estamos señalando, indica específicamente varios grupos:
• Los serafines, que aparecen en el libro de Isaías, 6:2. En este capítulo se describe el trono de Dios. ”Encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas; con dos cubrían su rostro, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. Y uno al otro decían: “Santo, santo, santo es el Eterno Todopoderoso, toda la tierra está llena de su gloria.”
• Los querubines. Aparecen más veces citados en la Biblia. En Génesis cuando Dios coloca dos querubines con espadas encendidas para que Adán y Eva no entren en el huerto del Edén después de pecar y tomen del árbol de la vida. Gén 3: 24. Cuando se le dice a Moisés cómo debe construir el arca, que representa el trono de Dios. Ex 25: 18 y 37: 7. Con lo que deducimos que los querubines están en la inmediata presencia de Dios como veremos después en el texto de Ezequiel. También en 1 Sam 4: 4 citando el arca. Cuando se dice que el Señor voló sobre uno de ellos en 2 Sam 22: 11, cita que encuentra su paralelo en Sal 18: 10. En 1 Rey. 6: 23 1 Rey 8: 7 y 2 Cr 3: 10 cuando se describe la fabricación artesana en madera y cubierta de oro de los dos querubines del templo en el lugar Santísimo. Ez 9:3 sitúa a los querubines junto a Dios. En Ez 10, cuando se describe explícitamente a los querubines de una forma fantástica. Ez 28: 16 declara que Lucifer era un querubín antes de la caída. Parece haber sido alguien de mucha relevancia en el cielo y con grandes responsabilidades, situado al lado de Dios y protector. Son citados también en Sal 80: 1 y 99: 1 y en He 9:5

Más allá de esta información sobre sus jerarquías, debemos remitirnos a tradiciones y leyendas. En los libros apócrifos, o deuterocanónicos, no obstante, hay referencias a una categoría especial como son los arcángeles, que parecen superiores en poder. Entre ellos, el propio Lucifer, Miguel, Gabriel, o Rafael. Este último nombre conocido también desde estos escritos apócrifos. Para el que escuche hablar por primera vez de estos libros bíblicos, son aquellos que el pueblo de Israel, en el AT, y la iglesia, en el NT, jamás consideraron dentro del canon bíblico, pero que aportan datos históricos y relatos curiosos.

SU NATURALEZA Y SU NÚMERO

La Biblia declara que el hombre es de naturaleza un poco inferior a los ángeles,
Sal 8: 1 Sabemos que los ángeles son espíritus, o de naturaleza espiritual, como declara He 1: 7 Pero también es cierto que tienen la facultad de hacerse ver por quien quieren, ver caso del asna de Balaám, Nm 22: 23, por poner un ejemplo. El Salmo 103: 19-21 les califica como ministros que hacen la voluntad de Dios, poderosos en fortaleza y formando un ejército celestial. En Apocalipsis 5: 11 se nos habla de miles de millares y diez mil veces diez mil. El millar, y sus sumas o multiplicaciones, representan, en la numerología bíblica una cantidad incontable. El apóstol Pablo habla de muchos millares o miríadas, según versiones, en He 12: 22. Millones de millones, Dan 7: 10
Algunos de aspecto como un relámpago y vestiduras blancas como la nieve, como el que aparece en ocasión de la resurrección de Jesús, Mat 28: 3-4
Fuertes e invencibles. Senaquerib, el rey asirio, vio diezmado su ejército de ciento ochenta y cinco mil hombres por un solo ángel del Señor, ver relato en 2 Rey 19: 35 y 2 Cr 32: 21.
(Continuará…)

martes, 8 de enero de 2008


¿POR QUÉ NO TE CALLAS?

Una frase ha dado la vuelta al mundo y no es la de un pensador, ni la de un filósofo, ni la de un escritor, ni la de un gurú espiritual. Todos la hemos oído y no es este el lugar ni el foro adecuado para añadir comentarios a todo lo que se ha dicho. Sin embargo, a partir del contexto desde el que la famosa frase emerge me puse a pensar en Dios y en nosotros. En las veces que mi Padre celestial podría decirme en tono de autoridad una frase como esta y las ocasiones en las que me lo ha dicho, si he sido capaz de interpretar su Palabra y las circunstancias de mi vida.
La reflexión me sorprendió por la facilidad con la que vino a mi mente y por la cantidad de aplicaciones posibles a mi vida personal y a la de la comunidad cristiana en el mundo, sin dejar fuera al común de la sociedad.


LAS PROTESTAS A DIOS
Los seres humanos somos especialistas en el peligroso “deporte mundial de darle a la lengua”. Criticar es nuestra especialidad. Se puede criticar absolutamente todo y lo hacemos justificando de mil maneras nuestra verborrea social.
En el ámbito cristiano, que es el nuestro, es doloroso comprobar que tenemos una tendencia innata, por causa del pecado, a protestar todo lo que no entendemos, todo lo que no aceptamos y todo lo que no nos gusta, a Dios. Él recibe con paciencia y misericordia todos nuestros desatinos mentales y verbales y tiene hacia nosotros el hermoso detalle de transformar lo que se nos ocurre elevar a su trono. Dice el texto: “Además, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos pedir lo que conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. El que sondea los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, y él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios.” Rom. 8: 26, 27
No podemos señalar a los incrédulos por acusar a Dios porque cuando en nuestra vida cristiana arrecian las tempestades salen de nosotros expresiones tremendas que reflejan nuestro pensamiento desconfiado, rebelde y falto de confianza verdadera. Nuestro desconocimiento de Dios sale a flote y llegan las dudas y las protestas.

Palabrería humana y muy cristiana
Nuestra ignorancia es atrevida por mucho que parezca estar justificada, como en el caso del ejemplo de dolor más absurdo de todos los tiempos, Job. Nos olvidamos de que Satanás sólo piensa en nuestro mal y que nos odia sólo por ser seguidores de Jesús, él es la verdadera causa del sufrimiento. Job también fue atrevido. Dicen que la ignorancia es atrevida y como no somos capaces de seguir confiando en el amor de Dios nos vemos en el brete de intentar explicar todo lo que nos pasa. Discutimos interminablemente sobre lo que el Padre piensa, sobre lo que hace y lo que no hace y sobre todo acerca de los porqués.
Lo único seguro es que nos ama con amor invariable e inamovible, pero el dolor pone a prueba esa fe que decimos tener cuando todo va bien. Lo peor de lo que llamamos “pruebas” es descubrir que nuestra fe no parece tan sólida como pensamos. Es frustrante y eso nos conduce a cuestionar ante el Señor sobre la “necesidad” de pasar por ciertas situaciones.
Muchas de nuestras oraciones contienen en gran medida preguntas, ruegos y quejas mientras que las alabanzas, la gratitud y la confianza se pierden por el camino… Quizá muchas de nuestras oraciones podrían recibir una contestación como esta: “¿Por qué no te callas?”
La teología se transforma muchas veces en un esfuerzo por explicar a Dios que cae en el error del crítico literario de atribuirle al texto más mensaje de el que tiene per se y al autor del texto, más intención, más significación y el añadido y consabido psicoanálisis... Sin dejar de afirmar que la biblia es un pozo sin fondo con enormes tesoros por descubrir, es cierto también que muchas veces los teólogos no somos capaces de buscar el mensaje de Dios porque tenemos premisas preconcebidas que sólo nos guían a la búsqueda de todo aquello que confirme nuestras propias vanas teorías. La teología es el intento humano de entender a Dios pero interpretar al Creador es un camino todavía, a mi parecer, muy inexplorado. Lo más seguro que conocemos de él es Jesús. Una de las buenas razones de la venida de Jesús a este mudo fue precisamente la de explicar a Dios, si me apuráis de “re-explicarlo”, porque la “vieja teología”, si me permitís que llame así al conocimiento humano acerca de Dios antes de Jesús, lo había confundido todo. Había oscurecido el verdadero carácter del Creador. Cristo viene a limpiar conceptos, viene a darnos a conocer lo más importante de Dios y lo primero que ponemos en duda, incrédulos y creyentes en cuanto tenemos más problemas de la cuenta, es que Dios es amor. Nosotros nos empeñamos en volver a conceptos desfasados y a veces pasamos por el crisol de tener que sufrir escuelas sabáticas que andan, no por las sendas antiguas sino, por las prehistóricas. Pienso en la cantidad de libros que hemos podido leer, en la cantidad de comentarios, artículos y conferencias expresadas en distintos foros cristianos y en las veces que Dios ha podido decirnos a cada uno: “¿Por qué no te callas?”
Hay una buena teología y una mala teología. No son a veces tan fáciles de distinguir. Pero en nombre de Dios, la teología no es más que una disciplina humana, se siguen diciendo verdaderas barbaridades, incluso en el seno de nuestra propia iglesia. Teología sin inspiración divina: orgullo, prepotencia y temas que solo generan enfrentamiento.
¿Por qué no callamos cuando no estamos seguros o no sabemos qué decir? Siempre es mejor expresar: “no lo sé”, “no estoy seguro”, que caer en la trampa del absolutismo fundamentalista tan arraigado en la necesidad de nuestra debilidad, de nuestra urgencia por tenerlo todo atado y bien atado. Por la prisa innecesaria de tener que explicar hasta el por qué de lo que no tiene razón de ser. ¿Acaso tenemos miedo de parecer ignorantes o de mostrarnos limitados? Guardemos un silencio seguro, lleno de seguridad y de afirmación de nuestro conocimiento del carácter de Dios. Es más elocuente un rostro sereno, firme, amable y confiado que no aventura hipótesis como si fuera el propio Dios, que el rostro inseguro, insaciable, ansioso, impaciente e intranquilo del que busca con desespero una razón para seguir amando, respetando y confiando en el Señor.



EL SILENCIO DE LOS CORDEROS
A veces mejor sería que guardáramos silencio. “A veces hasta sobran las palabras cuando se trata de hablar sencillamente de amor”, reza el verso de Alberto Cortez en una célebre canción. En ocasiones debemos dejar que nuestras acciones vayan por delante de nuestras palabras. Pero muchas veces van detrás, otras, muy atrás. Un texto conocido dice: “Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” Mat. 12: 37
Somos esclavos de lo que decimos y no siempre el valor de la mesura, del respeto, de la prudencia, de la cortesía, de la humildad y de la sensatez guían nuestras conversaciones acerca de nosotros mismos, de los demás y de nuestro propio Señor.
Mejor representar bien a Dios con los hechos que con las palabras. Está escrito que al final algunos le dirán desesperados: “¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo enfermo o en la cárcel?” Mat. 25: 35, 36 Ese es el momento triste en que haciendo paráfrasis de la declaración bíblica podemos afirmar que el Señor les dirá: “¿porqué no te callas?”
Mejor será actuar que hablar. Mejor será darse a los demás sin medida que estar pendiente de respuestas, mejor que Dios hable a través de nuestros hechos que tratar de interpretar los silencios de Dios. Es más seguro, más reconfortante y, desde luego, más útil.
¿Qué sabemos nosotros de lo que el Señor piensa? Una conocida declaración de nuestro propio Dios debería poner freno a nuestro frenesí de inquietud: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos –dice el Señor. Como es más alto el cielo que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.” Is. 55: 8,9

¿POR QUÉ NO TE CALLAS?
Habría tantas razones para que Dios nos dijera con autoridad más de una vez: “¿por qué no te callas?” que este artículo sería interminable y sólo pretendía abrir una ventana a la reflexión. De vez en cuando hasta los monarcas se hartan, se cansan y se atreven por una vez a perder la postura políticamente correcta. Hasta Jesús, movido por la pena de un pueblo rebelde, desagradecido, duro de cerviz y que le hacía llorar más veces de las que cuentan los evangelios por su ceguera llegó a decir: “¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tengo que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar?” Mat. 17: 17

¿Y si Dios me dijera, por qué no te callas? ¿Y si le dejáramos hablar? ¿Y si no hiciéramos tanto ruido y su voz pudiera oírse?
Dios nunca pierde la paciencia pero tiene toda la autoridad para darme ese reproche.
Hay muchas ocasiones en las que Dios podría decirnos esto:
o Cuando hablamos acerca de lo que no entendemos.
o Cuando pretendemos hablar en su nombre y caemos en la osadía de realizar afirmaciones que sólo Dios puede declarar.
o Cuando defendemos nuestras opiniones a sabiendas de que no todo lo que decimos es cierto.
o Cuando tenemos más cosas que callar que el que tenemos enfrente, o simplemente cuando nosotros mismos no somos irreprochables.
o Cuando no sabemos algo con absoluta certeza.
o Cuando Dios está realmente hablando.
o Cuando no tenemos razón y sólo hablamos por orgullo.
o Cuando nuestras acciones no están en armonía con nuestros discursos y carecen de coherencia.
o Cuando los demás están hablando.
o Cuando deberíamos estar escuchando y tratando de entender las razones ajenas.

Le pediré al Señor sabiduría para saber cuándo es mejor callar, porque sobre esto es tan susceptible de matizarse desde el prisma personal de cada uno, que sólo Dios puede hablar a cada uno según su entendimiento, posibilidades y temperamento para andar por el camino de la prudencia. Te invito a hacer lo mismo.

Carlos Catalán