jueves, 4 de agosto de 2011

LOS ÁNGELES EN EL CONFLICTO FINAL




El libro del Apocalipsis está lleno de mensajeros de Dios que anuncian sus designios, que ejecutan órdenes, que describen fuerzas malignas en acción. Los ángeles y los demonios son protagonistas directos en la gran lucha final. Incluso más de lo que pensamos.

Compartiré con vosotros este tema porque me parece interesante, dado que muchas veces pensamos que estamos solos a la hora de afrontar peligros y los eventos finales de la historia de este mundo. Pero no es así. Hay agentes de Dios en acción permanente y seres caídos trabajando en la dirección contraria. Tomo citas de Ellen White que me parecen muy reveladores. Al final os doy los títulos completos. En el texto sólo pondré siglas.

La Palabra ya dice con claridad: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Ef 6, 12 Las fuerzas del mal hacen todo lo que pueden pero van tomando protagonismo a medida que el tiempo pasa.

El asunto del espiritismo ha ido cobrando protagonismo y se ha extendido sobre la base de la creencia de que el alma es inmortal. Desde este punto arranca uno de los mayores esfuerzos de los ángeles caídos para engañar al ser humano. La serpiente le dijo a Eva: “No moriréis” y ese concepto está presente en toda religión. Lo cierto es que la Biblia afirma que sólo Dios es inmortal y tiene vida propia. “Muchos que rehúsan los mensajes que el Señor les envía están clavando clavos para colgar sus dudas… Está por llegar el día cuando Satanás contestará el pedido de esas personas que dudan y hará numerosos milagros para confirmar la fe de todos los que buscan esa clase de evidencia".- Ev 431-432; Carta 4, 1889.

Efectivamente, todas las dudas sugeridas por los ángeles caídos y que no rechazamos resueltamente con la fe en Dios, volverán a nosotros en el esfuerzo final de los agentes del mal para arrastrarnos al error.

“Muchos tendrán que vérselas con espíritus de demonios que personificarán a parientes o amigos queridos y que proclamarán las herejías más peligrosas. Estos espíritus apelarán a nuestros más tiernos sentimientos de simpatía y harán milagros con el fin de sostener sus asertos. Debemos estar listos para resistirles con la verdad bíblica de que los muertos no saben nada y de que los que aparecen como tales son espíritus de demonios.” CS 616

Estudiar la Biblia para saber cómo son las cosas nos puede ahorrar que la acción del mal nos confunda.

Ángeles buenos y malos toman forma humana en el conflicto final:
“Agentes satánicos en forma humana participarán en este último gran conflicto para oponerse a la edificación del reino de Dios. Y ángeles celestiales con aspecto humano estarán en el campo de acción. Los bandos opositores continuarán existiendo hasta el final del postrer gran capítulo en la historia de este mundo.” RH Agosto 5, 1909

“Satanás utilizará cualquier oportunidad para seducir a los hombres y apartarlos de su fidelidad a Dios. Él y los ángeles que cayeron con él aparecerán en la tierra como hombres con la intención de engañar. También los ángeles de Dios se presentarán como hombres, y usarán todos los recursos que tengan en su poder para derrotar las intenciones del enemigo. También nosotros tenemos una parte que desempeñar”. HFM 66.

“Se me ha mostrado que ángeles satánicos en forma de creyentes trabajarán en nuestras filas para introducir un fuerte espíritu de incredulidad… Estos poderes del mal se reunirán en nuestras asambleas, no para recibir una bendición, sino para contrarrestar las influencias del Espíritu de Dios”. 3MS 468-469

“Los malos ángeles en forma de hombres hablarán en este tiempo con los que conocen la verdad. Así venían los hombres a Cristo. Y mezclándose con sus oyentes había ángeles (malos) en forma de hombres, que hacían sugestiones, criticaban, aplicaban falsamente y tergiversaban las palabras del Salvador… Tergiversarán y torcerán las declaraciones de los mensajeros de Dios”. 3MS 469

Así que, como en ocasión de la crucifixión, los ángeles malos están listos para aparecer en forma humana para fomentar el error, engañar y suscitar todo tipo de duda en la mente humana. Enfervorizan y animan a un curso de acción que se desvía del plan de Dios. Están presentes, pero también los ángeles buenos, como hemos leído. Hay más de lo que percibimos, más de lo que somos capaces de imaginar y lo peor es que hasta los creyentes tenemos la tendencia a interpretar esto como una simple parábola de la acción del mal. Sin lugar a dudas, los demonios nos tientan para que nosotros seamos instrumentos suyos, pero cuando se quedan cortos y obedece a directrices mayores asumen el protagonismo y nos engañan durante años. ¡Cuántos habrá que parecen llevar vidas humanas para completar su engaño pero cuyo único objetivo es aparentar respeto y credibilidad sólo para sembrar el mal! No hay imaginación capaz de calcular hasta dónde están llegando en su acción para lograr sus propósitos.

Milagros engañosos:
“No necesitamos ser engañados. Pronto ocurrirán escenas maravillosas con las cuales Satanás estará estrechamente relacionado. La Palabra de Dios declara que Satanás obrará milagros. Hará enfermar a la gente y después quitará repentinamente de ella su poder satánico. Eso hará que se considere sanados a los enfermos”. 2MS 61

He visto a personas enfermas por el poder del mal. Recuerdo una muy querida para mí. Ha dado testimonio en las iglesias. Debería estar muerto, según los médicos. No una sino unas cuantas veces. Su supervivencia a la enfermedad producida por el mal se debe al poder de Dios. Una niña avisó de que los demonios le pondrían enfermo, que le vendría una enfermedad que no era natural. ¡Vaya si le vino! Un querido colega y yo le asistimos en ese tiempo, le ungimos y pedimos al Señor que lo librara de aquella influencia. Sobrevive y alaba a Dios, testimonia sin temor de lo que ha sufrido y del poder de Dios. Creo que no sólo pueden hacer que una persona parezca enferma, realmente la gente sufre horrores bajo su poder, pero la mano sanadora de Dios está sobre todo aquel que pide ser liberado.

Desastres de todo tipo:
En la misma línea: “Satanás ejerce su poder en todos los lugares y bajo mil formas: en las desgracias y calamidades de mar y tierra, en las grandes conflagraciones, en los tremendos huracanes y en las terribles tempestades de granizo, en las inundaciones, en los ciclones, en las mareas extraordinarias y en los terremotos. Destruye las mieses casi maduras y a ello siguen la hambruna y la angustia; propaga por el aire emanaciones mefíticas y miles de personas perecen en la pestilencia. Estas plagas irán menudeando más y más y se harán más y más desastrosas…” CS 647-648

Aunque es la acción del ser humano sobre la tierra la que devuelve un interés altísimo por su maltrato, no cabe duda de que ese egoísmo y falta de respeto por la naturaleza están inspirados en el autor de todo mal.

Los ángeles buenos y el pueblo de Dios en el conflicto final:
“En este tiempo, los últimos días de la historia terrena, el pueblo de Dios tiene que ser investido de gran poder. Los ángeles y los seres humanos participarán en la grandiosa obra final”. Carta 251, 1903.

“Cuando el poder divino se combine con el esfuerzo humano, la obra se propagará como fuego en el rastrojo. Dios empleará agencias cuyo origen el hombre será incapaz de discernir; ángeles realizarán una obra que los seres humanos habrían podido tener la bendición de llevar a cabo, si no hubieran descuidado de contestar los pedidos de Dios”. RH diciembre 16, 1885.

Los ángeles estarán presentes en la dirección de los últimos supervivientes fieles a Dios en la etapa final de este mundo. En las cárceles, en las montañas, en cualquier parte.
“Nuestros enemigos nos encarcelarán, pero las paredes de las prisiones no pueden interrumpir la comunicación entre Cristo y nuestras almas. Aquel que conoce todas nuestras debilidades, que está enterado de nuestras pruebas, está por encima de todos los poderes terrenales; y los ángeles podrán visitarnos en nuestras solitarias celdas trayendo luz y paz del Cielo. Las prisiones serán un palacio, porque los ricos en fe morarán en ellas; y las tétricas murallas serán iluminadas por luz celestial”. RH abril 15, 1884.

El último gran engaño. El anticristo:
“El anticristo aparecerá en este tiempo para hacerse pasar por el verdadero Cristo, y entonces se abrogará totalmente la ley de Dios en las naciones de nuestro mundo”. RH septiembre 12, 1893.

“El conflicto ha de seguir cada vez más violento. Satanás tomará el campo y personificará a Cristo. Representará erróneamente, aplicará con falsía y pervertirá todas las cosas que pueda, para engañar, si es posible, aun a los escogidos”. TM 411.

“Disfrazado como ángel de luz… (Satanás) recorrerá la tierra como obrador de portentos. Con hermoso lenguaje presentará elevados sentimientos. Pronunciará palabras agradables y realizará buenas obras. Personificará a Cristo, pero habrá una marcada distinción en un punto. Satanás alejará a la gente de la ley de Dios. A pesar de esto, tergiversará tan perfectamente la justicia, que si fuera posible, engañaría hasta a los mismos escogidos. Cabezas coronadas, presidentes y dirigentes importantes aceptarán sus falsas teorías”. RH agosto 17, 1879

“El acto capital que coronará el gran drama del engaño será que el mismo Satanás se dará por Cristo. Hace mucho que la iglesia profesa esperar el advenimiento del Salvador como consumación de sus esperanzas. Pues bien, el gran engañador simulará que Cristo habrá venido. En varias partes de la tierra, Satanás se manifestará a los hombres como ser majestuoso, de un brillo deslumbrador, parecido a la descripción que del Hijo de Dios da San Juan en Apocalipsis. La gloria que le rodee superará cuanto hayan visto los ojos de los mortales. El grito de triunfo repercutirá por los aires, “¡Cristo ha venido! ¡Cristo ha venido!” El pueblo se postrará en adoración ante él, mientras levanta sus manos y pronuncia una bendición sobre ellos como Cristo bendecía a sus discípulos cuando estaba en la tierra. Su voz es suave y acompasada aunque llena de melodía. En tono amable y compasivo, enuncia algunas de las verdades celestiales y llenas de gracia que pronunciaba el Salvador, cura las dolencias del pueblo, y luego, en su fementido carácter de Cristo, asegura haber mudado el día de reposo del sábado al domingo y manda que aquellos que persisten en santificar el séptimo día blasfeman su nombre porque se niegan a oír a sus ángeles, que les fueron enviados con la luz de la verdad. Es el engaño más poderoso y resulta casi irresistible”. CS 682.

Tremendo. Pero la Palabra ya nos advierte de esto: 2 Tesalonicenses 2, 9; 2 Corintios 11, 14; Mateo 24, 24.

Ev: Evangelismo.
CS: El Conflicto de los Siglos.
HFM: The Health Food Ministry.
RH: Review and Herald.
MS: Mensajes Selectos.
TM: Testimonios para los Ministros.

viernes, 17 de junio de 2011

UNA CONVERSACIÓN ENTRE GABRIEL Y HAZIEL


Su espalda es ancha. La luz que contempla de frente con su mirada aguda dibuja su perfil alado de forma gloriosa. Está mirando hacia el trono siempre rodeado de un brillo inaccesible, excepto para él y algunos privilegiados.

Es Gabriel. Pensativo. Su mente está centrada en la voluntad de Dios. Su amor hacia la raza humana es de dimensiones inmensurables, pero nunca tan infinito como el de su amadísimo Creador. Sus ojos limpios y refulgentes reflejan serenidad y un tono de preocupación, de tristeza insondable. Haziel le aborda buscando consejo. Sus miradas se encuentran en un abrazo de amor intenso.

H- ¿Tú crees que queda mucho? Cada misión en Tierra me llena de tristeza y dolor. El mal domina y ciega los ojos de los humanos. A veces siento impotencia ante su terquedad. Ese es el poder de las tinieblas. Ven lo malo como bueno y lo bueno como malo. Su mente está entenebrecida y los rodean los demonios. No me permiten el acceso. Su rabia, dolor y sufrimiento constituyen una permanente rebelión contra el amor de Dios. No quieren aceptar el camino que les proponemos de parte de Dios.
Se me hace muy duro porque sabiendo del poder que se pone a su alcance, son muy pocos los que aceptan sinceramente ese potencial. Los que lo alcanzan, aunque sea en pequeños atisbos, me llenan de esperanza. Su vida cambia ante mis ojos. Sus rostros reflejan paz. Sus pensamientos adquieren brillo, su voluntad se hace fuerte contra sus debilidades. Me dan libertad para actuar y siento el poder del Altísimo que fluye a través de mí  para ellos. Pero, ocurre tan pocas veces… Cada vez menos y con menos de entre ellos. Estoy preocupado. La maldad está llegando a su colmo y la copa está a punto de desbordarse.

G- Sí Haziel. Así es. Todo está llegando a su final. Me invade la pena al pensar en la cantidad de estas pobres criaturas que hinchados de su propio gas letal están a punto de reventar para siempre. Me parte el corazón comprobar una y otra vez esa situación que describes. Sí, queda poco. Muy poco. Ellos no pueden imaginar cuán poco. Ni siquiera nosotros con todo nuestro conocimiento. Pero Dios Padre se mueve y da órdenes precisas. Su Hijo está terminando su labor y realiza los preparativos para salir del templo. Todo está a punto mientras la maldad crece en Tierra. Siento que sus últimas indicaciones están orientadas hacia los últimos detalles.
El planeta perece y se seca. También está dando señales desde hace tiempo. La orden de soltar los cuatro vientos ha sido ya escrita y pronto será ejecutada. El corazón me duele cuando pienso en ellos. Tan sumergidos en sus tareas, sus ambiciones, sus obsesiones, su egoísmo, su ciega necesidad de ser felices buscando en las fuentes equivocadas. Mi mente bulle de pena cuando veo a sus hijos en las iglesias contaminados por esa marea infecta de hedonismo. Buscan sólo su bienestar y sacrifican a sus padres, a sus cónyuges, a sus hijos o a sus amigos. No ven la maldad en sus decisiones. Son capaces de sacrificar el don eterno por un poco de placer y lo que llaman felicidad. No saben. No ven. No entienden. No comprenden.

H-Entonces todo caso está ya decidido por su propia aceptación del bien o del mal. Ya es hora de que este infierno en el que han convertido Tierra o llegue a su fin. Apenas son conscientes de todo el sufrimiento y el dolor a su alrededor. La televisión apenas les acerca a ese terrible paisaje, pero ellos le dan la espalda y tratan de continuar como si no pasara nada. Lo llaman supervivencia. Sólo unos pocos permanecen sensibles y son capaces de sacrificar su propia vida para aliviar a otros. Sí, se termina mi amado Gabriel. Por fin podremos abrazarlos y consolar su corazón malherido. Mi espíritu vibra cuando pienso en todo lo que el buen Padre les ha preparado para su felicidad eterna. La verdadera felicidad.
¿Alguna orden para mí?

G- Sólo permanece atento a la mente del Padre de todos. El Hijo hablará por él. Mira cómo se mueven las huestes de hermanos. Los preparativos están en marcha. Es impresionante observarlos. Son una multitud fascinante. Han previsto ya las trompetas. Todos están ya listos esperando órdenes. A pesar de ser seres de quietud aflora en sus rostros esa ilusión y casi impaciencia para partir hacia Tierra. Todo está dispuesto.
¿Sabes lo que más me fascina Haziel? La forma como han sobrevivido al poder del mal y han dejado al Padre de todos que actuase en sus vidas. Es algo en lo que me deleitaré por siempre. Escuchar de sus propios labios esa experiencia fascinante ha de ser sorprendentemente inagotable.
Nosotros nunca nos hemos apartado de la Gran Mente, pero ellos… Nosotros no sabemos lo que es convivir con el mal en nuestro propio interior y con ese poder abrasador del Padre que funde el egoísmo. ¿Cómo han podido soportarlo? Sé que en permanente pugna, porque las tinieblas son frías como el hielo de Orión.
A veces, como bien dices, mi querido hermano, los vemos cambiar ante nuestros maravillados, emocionados y asombrados  ojos. Nosotros conocemos el poder del que Es, pero ellos tienen una comprensión distinta y, si me dejas decirlo, más abarcante. Esa lucha diaria es totalmente cruenta porque el mal  no quiere dar opciones. Sin embargo, el poder del que amamos es infinito y cuando dejan que les llegue, aunque sea en pequeñas dosis, produce verdaderos prodigios. Un poco de luz se impone sobre la oscuridad más impenetrable.
Tienen fe y a la vez dudan. Nuestro amado Prínipe se lo dijo: “Como un grano de mostaza”… Capaces de grandes proezas y de estrepitosas derrotas. En un momento triunfan sobre su miedo e incredulidad y en el siguiente caen en el abismo. Nos enseñan, como nosotros no podremos vivirlo nunca por nuestra fidelidad, que el éxito permanente depende de la realidad de la Gran Presencia en sus vidas. Sí, nosotros lo sabemos, pero ellos lo sufren duramente cuando se apartan del Espíritu.

H- Sí, es nuestro tema de conversación permanente. ¡Cuántas veces les susurramos a los oídos acerca de la importancia de escuchar la voz del Espíritu! ¡Cuánto nos esforzamos en hacerles llegar la luz blanca del amor del Eterno! Cuando escuchan y siguen la Voz se sienten en paz, se sienten bien, enfrentan cualquier ataque de la oscuridad con seguridad. Su imprudencia y el poder del mal me generan mucha pena. ¡Tan susceptibles de recibir ayuda y tan incapaces de aceptarla!

G- ¿Lo has percibido? El Rey de reyes  llama.

H- Sí, ahora. El Hijo se desplaza y nos llama para el regreso. ¡Por fin! ¡Mi corazón late apresurado! La hora ha llegado.

G- Vamos, buen amigo. Mientras en Tierra suceden todavía algunas cosas el Hijo está a punto de pronunciar su declaración final. Los tiempos suceden distintos en Tierra y aquí, pero estamos a punto de escuchar: “Ya casi da igual que el pecador siga pecando, que el manchado se manche aún más, que el bueno se haga mejor y que el consagrado a Dios se entregue aún más a él. Estoy a punto de llegar y voy a recompensar a cada uno conforme a su conducta. Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin. ¡Dichosos los que han decidido lavar sus vestiduras para tener acceso al árbol de la vida y poder entrar en la ciudad a través de sus puertas! ¡Fuera, en cambio, los lujuriosos, los asesinos, los idólatras y todos cuantos hacen de la mentira el programa de su vida!”

miércoles, 27 de abril de 2011

UNA VOZ SUAVE Y DULCE



Cuánto más leas este blog más afirmarás dos posibilidades, o quizás una tercera: cerrar y dar la espalda, observar por la mirilla, o abrir la puerta. Sí, porque parece increíble que pueda estar compartiendo todo lo que lees aquí. Muchas preguntas vienen a tu mente como vinieron a la mía. “¿Es posible realmente todo lo que me están contando?” O, “mira, hazme un favor y cuéntame cosas que sucedan a gente de estos lares porque tengo la sensación que esto sólo les ocurre a personillas de otros países”…, con el consiguiente prejuicio cultural que esconde esta afirmación…

Sabéis de lo que hablo. Por eso, los relatos de personas de otros países están mezclados con experiencias de la gente de aquí, tan racional, inteligente, preparada, empírica, desarrollada, estudiosa, reflexiva, juiciosa, lógica y razonable. ¡Ay, que se me escapa el sarcasmo por los dedos y no me gusta! Os pediría disculpas y os diría que me he dejado llevar, pero en una redacción un pelín elaborada eso no cuela. Bueno, vale, lo siento, pero es que es una autocrítica que me impongo, no puedo presumir de nada porque en este prejuicio he caído yo mismo.

No, no es casual. Hemos llegado a pensar que ese tipo de cosas sólo les ocurre a las personas de grado mental inferior, manipuladas, enfermas, esquizofrénicas, obsesivas e iluminadas. Lo he escuchado muchas veces. Yo mismo lo pensé durante un tiempo y en círculos cerrados lo hemos comentado. Nunca se dice en público para que el hermanito que se cree tocado por el dedo de Dios no se ofenda, ni se sienta humillado, pero subyace en el fondo un espíritu que se cree superior al otro. A ese al que le pasan cosas que no encajan en nuestra mente racional. Sé de lo que hablo, lo he vivido muchos años. Lo hemos compartido juntos. También contigo, si me estás leyendo y me conoces desde hace años.

Ahora ya no. Por eso también me atrevo a contarte cosas que me han sucedido a mí mismo desde hace tiempo. Válgame la insistente redundancia. De forma ocasional, en años pasados,  porque nunca abrí demasiado la puerta a esa forma de vivir con Dios, y ahora de forma continua porque por me atreví a intentarlo desde el fondo del pozo, pero esto ya te lo he contado en otras entradas en este mismo blog.
Esta historia que comparto contigo  no es de nuestro continente. No será la primera ni la última, sucede allí y afortunadamente sucede aquí.

Un domingo, Elia Martínez, de Colombia, visitó a un comerciante y a su esposa en su hogar. Elia era colportora, vendedora de libros religiosos en su país. El matrimonio se mostró excitado desde el primer momento. Mientras Elia presentaba los libros sentía una creciente extrañeza ante su inusitado interés. Al final de su presentación él le preguntó: “Usted dijo que con esta obra nos traerá la Biblia. Entonces anóteme. ¿Usted cree en Jesús?”
Elia respondió: “Claro que sí”.
A continuación le contó que hacía cinco días que él y su esposa habían tenido un mismo sueño y a la misma hora. Esa noche, él se había despertado impresionado y despertando a su esposa le dijo: “Despierta, que te voy a contar algo hermoso”. Acababa de soñar con Jesús. Lo había visto amable y atrayente y había oído una voz suave y dulce que le había dicho: “Sigue a Jesús. Ten fe en él. Pronto vendrá una persona que te explicará más”.
La esposa se emocionó muchísimo porque acababa de tener el mismo sueño y había escuchado la misma voz con idéntico mensaje.

En medio del relato, ella añadió un detalle que conmovió a la colportora. Le dijo: “Esa voz suave y dulce que oí en mi sueño era la misma voz de usted”. Entonces añadió: “Venga a enseñarnos la Biblia”.
Esa misma semana Elia comenzó a estudiar la Biblia con ellos y  empezaron a asistir a la iglesia.

¿Raro? No. He conocido a personas así. Mi propia madre una vez tuvo un sueño que le advirtió de una mujer a la que no debía recibir, o por lo menos ella tuvo una extraña sensación de peligro cuando la vio subir las escaleras de mi casa. En el sueño una persona llamaba al timbre y un vecino la abría la puerta. Comenzaba a subir las escaleras y mi madre se asomó a ver quién era; nosotros vivíamos en el último piso. Su mirada se cruzó con la de la visita y ella sintió miedo.
Se levantó al día siguiente con aquel mal cuerpo que le dejó el sueño y con el rostro de aquella señora grabado en su memoria. Nunca la había visto. En ese tiempo mi madre se debatía entre algunas opciones religiosas. No tenía claro si debía quedarse donde estaba, explorar otras opciones. No tenía la seguridad de en qué iglesia recalar.

Sorprendeos. Durante la mañana llamaron a los timbres. Una vecina abrió. Le gente no eran tan desconfiada hace más de cuarenta años. La señora que había llamado empezó a hablar con la vecina del primero. Era una mujer de determinada filiación religiosa. Mi madre se quedó escuchando en el hueco de la escalera con curiosidad. La vecina la despachó amablemente y siguió subiendo la escalera para seguir llamando a las puertas. En  una casa de tres pisos, los que habéis estado alguna vez en mi casa lo sabéis, es fácil controlarlo. Cuando estuvo en el ángulo de visión de mi madre y la observó, se le heló la sangre en las venas. ¡Era la señora del sueño! La susodicha señora no llegó a alzar la mirada hacia mi madre, pero ella la reconoció perfectamente. Era la señora de su extraña pesadilla.
Se metió en casa corriendo y cuando llamó al timbre, previa visita a la vecina del segundo, no abrió la puerta y se hizo la ausente.

¿Casualidad? Cuando ella explicaba esto siempre insistía en que nunca había visto a aquella buena mujer, pero para ella el mensaje de Dios fue claro: “Esta opción no te conviene. No la escuches”. Desde aquel día mi madre frecuentó más la iglesia que tú y yo conocemos bien. Se sintió llevada por la mano de Dios y protegida de rodeos. Otros deben darlos, mira por donde, pero el Señor conoce lo que a cada uno le conviene más.

Conocí a una señora extraordinaria que dio muchos rodeos para encontrarnos. Lourdes. Escucharla es comprobar cómo la fe de una persona es capaz de rebuscar hasta debajo de las piedras con tal de encontrar lo que necesita. Ella es muy racional. Es una mujer muy culta y preparada. Pero el Señor no le dio respuestas inmediatas. Tuvo que leer aquí y allá, tuvo que estudiar con estos y con aquellos para llegar a conclusiones que su mente pudiera haber asimilado, racionalizado y comprendido. No se hubiera quedado a las primeras de cambio con lo que ahora tiene. Tuve el privilegio de bautizarla. 

Otro hubiera protestado a Dios por tanto rodeo, pero ella daba gracias al Señor por haberla llevado con paciencia hasta el camino que buscaba. Sí, se preguntó muchas veces el porqué de una búsqueda tan larga, pero en nuestras conversaciones, pareció quedar claro que tenía que ser así. No es que Dios se esconda sino que nos prepara para recibir el mensaje que tiene listo para nosotros cuando llega el momento oportuno. No nos abandona, nos acompaña, nos guía y cuando por fin encontramos nada nos mueve del sitio porque hemos alcanzado la seguridad y la convicción de que hemos hallado lo que anhelábamos.

Mi madre no era así, era más sencilla en sus planteamientos, pero también dio sus rodeos y tuvo su tiempo de decisión. Alguno me dirá, acabas de caer en una contradicción porque esto que dices ahora no encaja con tu discurso del inicio. Pues mira, no. Porque yo he sido como Lourdes, y creo no haber perdido un ápice de racionalidad, que no es sinónimo de inteligencia, no nos confundamos, todos somos inteligentes y hay muchos tipos de inteligencia, y en cambio estoy viviendo cosas que antes sólo les ocurrían a personas que yo tildaba de crédulas. Ya ves que paradoja. No hay dos casos iguales.

Como vengo diciendo hace tiempo: “Atrévete, déjate ir, aparca tus defensas intelectuales y ábrete a otra forma de vivir la fe. Curiosamente no perderás inteligencia ni intelectualidad, sino que la enriquecerás”. Nadie es mejor que otro por creer esto o aquello o por vivir las cosas de una forma o de otra. Lo que comparto aquí contigo es una alegría por haber descubierto salas del palacio de la fe que para mí habían estado cerradas porque nunca quise usar la llave que me ofrecían, pero estamos en el mismo palacio. El mismo que el de las personas que no creen, ya ves. Porque soy de los que piensan que Dios bendice y ayuda a todas las personas de buena voluntad. 

miércoles, 13 de abril de 2011

LUCHAS INVISIBLES


Es difícil hacerse una idea real del conflicto que los ángeles y los demonios libran por ayudarnos o destruirnos, según sea el caso.

En ocasiones… Veo muertos. ¡No, no! ¡Ja, ja, ja! Es casi imposible decir estas dos palabras sin acordarse de la película: “El Sexto Sentido”. Ahora en serio, en ocasiones el velo se descorre. Los ojos humanos son abiertos a esa otra realidad oculta y contemplamos sucesos extraordinarios. Esto que voy a relataros ocurrió en Uruguay.

En la ciudad de Florida había un colportor. Para los que no saben lo que significa esta palabra super-hiper-mega-adventista, diremos que es un vendedor de literatura adventista que contiene el mensaje de salud integral que predicamos: mental, espiritual y físico. Para abreviar. Dicho colportor, en su trabajo diario, había contactado con un grupo de espiritistas que se interesaron en su mensaje religioso. Este hombre, no obstante, fue trasladado a otro territorio y este grupo pasó a ser atendido por el director de colportores de la zona.

En la primera oportunidad en que el director les contactó, el médium, director de las reuniones del grupo espiritista y canal de comunicación con los espíritus, lo invitó a que les hablara en su sesión nocturna. Ese día sucedieron cuatro claras evidencias del poder de Dios.

La primera fue ésta. Cuando el director de colportores fue a preparar el estudio bíblico que iba a presentar en ese primer encuentro, oró al Señor y recibió una respuesta inmediata. Todavía estaba orando, cuando vino a su mente con total claridad, todo el esquema del tema que debía presentar. Vio cada una de sus partes y la forma de introducir a Jesús dentro del estudio. Los que estamos acostumbrados a predicar sabemos que el Espíritu Santo actúa así. Es sencillamente sorprendente, no se puede explicar. De manera que para mí esta evidencia es totalmente fiable.
Antes de levantarse de la oración agradeció al Señor por su respuesta increíble. Tenía la convicción de que aquella noche iba a suceder algo extraordinario. Esta convicción acompaña a la presentación de un tema si hemos dejado que Dios abra nuestro entendimiento a su voluntad.
Este hermano nunca había asistido a una sesión espiritista, y se sentía curioso pero estaba tranquilo. Confiaba plenamente en que los malos espíritus no podrían hacer nada en presencia de un enviado de Dios y de su ángel. Para los adventistas los muertos yacen en la memoria de Dios y su consciencia perdida en la tierra del olvido. Creemos en la resurrección, en el día final, y entretanto los muertos desaparecen porque la materia vuelve a la tierra de dónde salió. Para nosotros los fantasmas son demonios que asumen la forma humana para engañarnos y hacernos creer en lo que la Palabra no dice. Pero éste es otro tema. Sólo lo refiero para explicar este punto.
Cuando el director llegó a la reunión encontró una habitación escasamente iluminada y a una veintena de personas sentadas en semicírculo junto a uno de los extremos de la estancia. El médium estaba sentado frente a ellas, detrás de una gran mesa.

Ésta fue la segunda evidencia. La sesión empezó en seguida. El médium leyó media página de un libro espiritista e invocó a los espíritus. Ninguno respondió. Volvió a leer otro párrafo de su libro y a llamar con más ahínco y fervor a los seres del más allá… Repitió estos intentos durante unos veinte minutos sin resultado visible alguno.
Durante todo ese tiempo, el director de colportores estaba orando en silencio por aquellas personas. Finalmente, el médium, claramente frustrado, cerró su libro, lo arrojó nerviosamente sobre la mesa, e invitó al director a hablar. De manera que no se produjo ninguna manifestación de los espíritus habituales.

La tercera evidencia fue ésta. El colportor sintió que el poder de Dios estaba con él y en los demás. Sucedió algo, que un predicador conoce bien. Mientras presentaba el estudio, sintió  una claridad mental y una libertad de exposición que no reconocía como propias. No le eran naturales y no las había experimentado antes. Los oyentes estaban muy atentos y realmente interesados. Cuando terminó el estudio, el médium le dijo con insistencia: “¿Cómo? ¿No nos habla más? Siga, que queremos conocer más de la verdad”. Entonces el colportor les dio un segundo estudio bíblico.

La cuarta evidencia es muy especial. El colportor regresó a casa. Su esposa estaba acostada. A la mañana siguiente ésta le preguntó: “¿Dónde estuviste anoche, a eso de las ocho?” Él contestó: “Predicando en una sesión espiritista. ¿Por qué?” “Porque anoche, a esa hora, sentí la impresión de que estabas en grave peligro y me puse a orar por ti.”
El colportor siguió asistiendo  a esas reuniones. Desde su primera visita se transformaron en un tranquilo y sencillo estudio de la Biblia.
Después de la séptima reunión, el director pensó que ya era tiempo de explicarles la verdad acerca del estado de los muertos y de su error con su experiencia espiritista. Para ello visitó primero al médium en privado. Éste le reveló entonces algo escalofriante pero muy importante. Le contó acerca de la silenciosa e impensable lucha espiritual que se había librado en ocasión de su primera visita al grupo. En esa ocasión, una señora había llegado tarde a la sesión, cuando el colportor ya había iniciado su discurso. Abrió la puerta de la habitación y quiso entrar, pero vio agazapada detrás del médium, una tenebrosa figura, de expresión maligna. Tanto se asustó, que no se animó a entrar y retrocedió hasta que recuperó el aliento.
Cuando se repuso del susto, abrió de nuevo la puerta y se asomó un poco más, para ver al colportor que estaba hablando en el lado opuesto al del ser que continuaba allí visiblemente fastidiado. Detrás del colportor vio un resplandeciente ángel blanco, con las alas extendidas sobre el director, protegiéndolo del mal espíritu que seguía amenazante detrás del médium.
La señora se quedó contemplando extasiada al ángel de luz, hasta que alguien la invitó a entrar definitivamente y a sentarse.
Al oír este relato, el colportor entendió porqué en aquella primera visita, y en las siguientes, no hubo ninguna manifestación espiritista y por qué había sentido tanta libertad mental y tanto poder para presentar el estudio bíblico.

Diez de aquellas personas espiritistas se unieron a la iglesia adventista. Los primeros fueron el médium, de nombre Longino, y su esposa. El colportor que los encontró fue Catalino Paiva, y el director de colportores que los instruyó fue Nicolás Chaij.

Ahí queda el relato. Interesante, ¿no es cierto? A nuestro alrededor hay una pugna constante por nosotros. Unos quieren nuestro bien, otros nuestro mal. Siempre están actuando. Cuando se lo pedimos y cuando no se lo pedimos. Podemos solicitar a Dios que los ángeles de luz nos sostengan en todo momento y si no perdemos de vista el poder de Dios y nos mantenemos en permanente conexión con él, lograremos más cosas de las que habitualmente conseguimos.  Como Pedro, andando sobre las aguas, podemos llegar a pensar que es fácil hacerlo por nuestros propios medios. La experiencia de Pedro nos enseña que necesitamos depender constantemente del Señor. Veo sonreír a algunos… ¿No os lo creéis? Atreveos a probar, es fascinante. No saldréis defraudados de la dirección de Dios en vuestras vidas. Abrazos a todos.

En ocasiones veo… ¡Cosas maravillosas! ¡Disfruta de la vida junto a Dios!

martes, 5 de abril de 2011

OCURREN COSAS...



La diferencia entre ver y no ver es una cuestión delicada aunque parece fácil. El Maestro dijo: tienen ojos y no ven o, incluso, el que tenga oídos para oír, oiga. El refrán reza: No hay peor ciego que el que no quiere ver. He pasado años delante de evidencias que hablaban pero no las entendía. Me interpelaban, me gritaban y a veces incluso me sacudían… Pero no era capaz de ver porque mi mente estaba cerrada. Estaba programada de otra manera, estaba condicionada por mis conceptos inamovibles y un montón de paredes que configuraban mi laberinto personal de racionalidad, orgullo, muchas veces, y simple lógica otras. Todo rodeado de un vapor de libertad tan volátil como impalpable.

Pero a mí alrededor estaban ocurriendo cosas continuamente. Las atribuía al azar, la casualidad, la misericordia de Dios posiblemente o a la conjunción de circunstancias. Sí, creía en la causalidad, siempre lo pensé, pero no era capaz de vivir aquello que me contaban que otros vivían. Era para ellos, porque el Señor que tiene una paciencia infinita y es capaz de adaptarse a las pocas o a las muchas luces de cada cual. Esas cosas les ocurrían porque de otra forma sus entendederas no abarcaban lo que el cielo quería decirles…

Para mí era una forma de vida simple, sólo apta para personas engañadas con conceptos simples y peligrosos. Si pides te dan, si no pides no tienes nada. Con las injusticias y las cosas terribles que hay en el mundo que Dios se entretuviera concediendo cosas simples, innecesarias, intrascendentes e incluso egoístas, me parecía insultante, poco dado a la razón. Poco sensato. Provocativo. Injusto. Agraviante.

Esas cosas casi había que ocultarlas porque las personas que no creen en Dios podían tomarlas como absurdas, ilógicas e impresentables. Si alguna vez me había sucedido algo fuera de lo común, como no podía negarlo, lo contaba, pero más como una excepción muy bien justificada que como algo cotidiano en lo que podía confiar. Tenía que estar como excelentemente encajado en mi sistema.

He aprendido en el llanto. He aprendido en el fondo del pozo. He aprendido a desaprenderlo todo y a deconstruirlo pieza por pieza. El Señor me tomó de la mano y me abrió los ojos. Me dijo: Las cosas no son como tú las piensas. Yo soy libre y hago y deshago como es mejor. Nadie me limita, actúo cuando lo creo oportuno, necesario, conveniente y justo. Sí, incluso justo. Tus ideas son tu propio límite. Nunca os obligaré a nada, nunca habrá coacción, chantaje o esclavitud, pero eso no me impide seguir ejerciendo el límite al mal para que nada se destruya antes del tiempo previsto. Ocurren muchas cosas malas, pero nadie impedirá que también ocurran muchas cosas buenas. Mucho depende de vosotros. Más de lo que creéis. Pedid y no os limitéis, en ello va la fuerza de vuestro testimonio, más de lo que quisierais.

Aprendido en el dolor, digo, pero asimilado con placer, con gratitud, con agrado y en paz. Hoy mi vida es distinta. Mi relación con Dios también. Lo ha cambiado todo. Ha habido que hacer muchos cambios. Hoy, sigo aprendiendo. Más abierto que nunca a lo que él me quiera decir. Tratando de “entrenarme” para aceptar sus planes, su dirección. Más dispuesto que ayer a escuchar su voz, pero menos de lo que lo estaré mañana. Ordenando mis pensamientos, limpiándolos, controlándolos, rindiéndoselos a él, en definitiva. Es una lucha de cada día, no cesa, es constante y se prolonga mientras esté en vigilia. Un poco, sólo un poco más cerca del amor de 1ª Corintios 13. Abriendo ese don hacia todos. Sin rencor, sin reproches, sin acritud, sin resentimiento, sin ensañamiento, sin hundimientos irreparables. Siempre dispuesto a luchar con las armas del amor, siempre levantándome tras cada caída, siempre presentando al mal una fe ciega en la misericordia de Dios, siempre con ganas de sanear mi interior por mucho que duela, siempre asido de su mano divina.

Muchas veces agotado, golpeado, atacado o agredido, pero tantas otras sorprendido, maravillado, animado y sostenido por la Gracia de Dios actuando en mi mente y mi corazón.

Como dije en: ¿Ángeles o Demonios? Dispuesto a ser ángel más que nunca, instrumento en manos del Señor para seguir ofreciendo paz y tendiendo la mano a quien lo necesite.

Ocurren cosas. Maravillosas. Son ciertas. Pueden ocurrirte a ti también, el precio a pagar no es muy alto, pero puede ser muy doloroso, no te lo voy a ocultar. No necesitas que todo se derrumbe a tu alrededor para ello. Da sólo un paso hacia una nueva comprensión de las cosas. 

miércoles, 30 de marzo de 2011

LA CAÍDA



Extracto de una historia publicada en la revista Guidepost. 1993

Un alumno del Instituto Militar de Virginia, de tercer año, decidió ir a escalar unos peñascos cercanos un domingo por la tarde, en un día agradable del mes de septiembre.
Los elegidos tenían alrededor de unos cuarenta metros de altura, frente al río Maury. Prepararon el material de escalada y eligieron un lugar a unos treinta metros por debajo de la punta del peñasco preferido. Aparejaron una línea de seguridad por uno de los lados que daban a la cumbre.

En su inconsciencia y orgullo juvenil  nuestro joven protagonista, Charles, pensó comportarse como un “machote”… Dejó la cuerda de seguridad, cruzó al área de descenso y empezó a subir en solitario sin ayuda humana ni material alguno. Nos cuenta que la posibilidad de una caída ni siquiera pasó por su mente una sola vez. Es parte del encanto y el peligro de ser joven. Todo funcionará bien, no hay problema, yo controlo, no me va a pasar a mí… En el lado más positivo, es gracias a ese arrojo un tanto descarado como se consiguen  muchas cosas en la vida, en una época tan delicada, que no se lograrían en otra. Todo es posible, no obstante: Ser  más reflexivo cuando se es joven y conseguir retos imposibles cuando se es adulto.

Sigamos con Charles. El ascenso fue lento, sabía moverse y dónde poner un pie a la par que agarrarse con seguridad. A una distancia de 150 metros de la cumbre le ocurrió algo inesperado. Estaba buscando un hueco donde ubicar su agarre manual cuando el pequeño borde donde apoyaba los pies se soltó y quedó suspendido de una sola mano. En su desespero buscó un sitio al que sujetarse con la mano que le quedaba libre y en pleno forcejeo la roca donde estaba sujeto se rompió y sintió como empezaba a caer.

La impresión y el pánico fueron terribles y empezó a perder el sentido. Pero justo un momento antes de perder la consciencia le pareció sentir una mano que sujetaba su brazo. Finalmente se desmayó.

Al despertar se dio cuenta de que habían pasado entre cinco y diez minutos. Lentamente empezó a darse cuenta de lo que había sucedido. Asombrosamente estaba sentado en un borde con la espalda hacia el peñasco a menos de seis metros sobre el río. Su pierna derecha estaba doblada de forma dolorosa bajo su cuerpo y se descubrió cubierto de rasguños, pero no tenía nada más… Nada. Volteó la aveza para reconocer el lugar y vio el sitio desde el que había caído. Era nada menos que un salto de más de treinta metros. Su cuerpo no solamente había virado de una posición en la que habría caído al suelo de espalda, sino que se había desplazado unos cinco metros en diagonal a lo largo del peñasco para venir a dar a aquel pequeño borde y en esa posición tan curiosa.

Se dio cuenta entonces de que sus amigos no paraban de gritar su nombre. Despacio y con mucho cuidado se movió hacia el área de descenso, se sujetó a la cuerda de seguridad y bajó hasta donde estaban sus sorprendidos y asustados compañeros.

Sus amigos se quedaron más boquiabiertos aún cuando les contó su peripecia en el descenso mortal. Ninguno de ellos pudo encontrar una explicación lógica a aquel salvamento tan digno de una mesa de billar… Pero Charles lo tuvo claro. Fue criado en un hogar cristiano y la seguridad de la presencia de los ángeles siempre le acompañó. Esa memorable tarde  de domingo conoció el tacto firme, amoroso y salvador de su propio ángel de la guarda.

Nunca ha dejado de dar gracias a Dios por ese día que marcó su vida.




lunes, 21 de marzo de 2011

¿ÁNGELES O DEMONIOS?



En nuestra vivencia diaria a veces nos sentimos arrastrados por las circunstancias: cansancio, falta de descanso, exceso de trabajo, demasiadas preocupaciones, muchas responsabilidades, prisas, presiones de todo tipo, vecinos intratables, compañeros de trabajo o estudio irritantes, soledad, tensión en la familia… Muchas veces nosotros somos causa y otras sufrimos los efectos. Formamos parte de un tejido social y no podemos escapar a la zona de influencia de todos los que nos rodean y viceversa.

Todos queremos ser hijos de la luz y, por qué no decirlo, lo somos por la gracia de Dios. Jesús dijo que de una misma fuente no podía salir agua dulce y amarga a la vez, pero no dijo nada de las alternancias y de los conflictos con distintos manantiales. ¿De qué agua bebo yo? es lo que me pregunta mi conciencia todos los días a cada minuto. A veces parece que cierro la llave de paso de una fuente y abro la de la otra. Sale toda por el mismo conducto. El agua de un manantial se puede envenenar, el agua se puede volver insalubre, pero si es buena podremos beberla tanto en su origen como en el grifo de nuestras casas. En todo caso la pregunta es ¿por qué estar conectados a dos instalaciones?

Todas las metáforas y otros recursos literarios y narrativos tienen sus carencias y sus matices, pero entendemos que Jesús quiso hablarnos de autenticidad y de coherencia, sobre todo porque todos entendemos que no puede salir agua potable e insalubre a la vez por el mismo caño. O sale una o sale otra.

En otro momento también añadió que nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno o a otro. Jesús entendió como nadie la miseria humana, sus debilidades y sus límites, razón por la cual el Padre lo eligió Sumo Pontífice. De su propia humanidad nace su capacidad para socorrernos, juzgarnos y ejercer misericordia: Juan 5, 22. 27 y Hebreos 4, 15-16. A pesar de conocer perfectamente nuestra inconsistencia e inconstancia, sigue extendiendo su invitación para que formemos parte de su equipo de ángeles, de mensajeros. Mensajeros de esperanza, de paz y de amor.

El diablo también hace lo suyo para arrastrarnos a su terreno y que nos veamos comprometidos con su grupo. Bando en el que es fácil entrar pero muy difícil salir, sin la intervención poderosa del Señor.
En general, diremos que si andamos por la vida dependiendo de Dios, será más fácil que el agua que demos a beber sea potable. Con mayor o menor dureza, con mayor con menor mineralización,  más cercana al manantial o pasada por una interminable red de tuberías, pero bebible, al fin y al cabo.

Mensajero de paz cuando, como un grano de café, sometido a altas temperaturas en al agua, soy capaz de impregnar de fragancia y sabor el continente de mi recipiente. Bajo presión, surge lo mejor de mí.
Mensajero del mal, cuando ante las adversidades, me pasa como al huevo que, sometido a  altas temperaturas en el agua, me endurezco. Quizás, por el contrario, me ocurre como a la zanahoria que sumergido en agua hirviendo me hago blando.

Me gusta más, me apetece mucho más, y más necesito aún, ser mensajero de paz. Ser ángel, no demonio.
Ángel, cuando los problemas arrecian y no pierdo la sonrisa. Ángel, cuando no estoy de acuerdo con algo y soy capaz de respetar al que tengo delante a la vez que le ofrezco otras posibilidades. Ángel, cuando me atacan sin razón y soy capaz de estar por encima de la agresión personal y sentir misericordia por el agresor. Ángel, cuando me reconvienen con razón y mi actitud puede refugiarse en la humildad del que está siempre dispuesto a aprender y a mejorar. Ángel, cuando sé reconocer mis errores y guardar silencio o pedir disculpas. Ángel, cuando teniendo la razón prefiero la fuerza de las acciones en el amor que la diatriba de los argumentos. Ángel, cuando sé con quién tengo que hablar y cómo hacerlo, cuando surge un problema, añadiendo así  nobleza y bondad a mis objeciones. Ángel cuando sigo el consejo de Jesús para la resolución de conflictos. Ángel, cuando en lugar de envenenar la mente de los demás hacia otros, adopto una actitud dialogante, honesta y directa en la resolución de conflictos. Ángel, cuando voy de cara y no soy engañoso. Ángel, cuando mis intenciones profundas para el bien  se corresponden con mis actos sinceros de amor. Ángel, cuando devuelvo bien por mal. Ángel, cuando tengo el valor de asumir mis ideas, diciendo la vedad y sin esconderme detrás de convencionalismos y sin pretender nadar guardando la ropa. Ángel, cuando soy valiente a la par que pacífico, sincero a la vez que cuidadoso para no herir al otro. Ángel, cuando me intereso y me ocupo por el dolor ajeno poniéndolo por encima del propio. Ángel, cuando en los peores momentos  no soy egoísta y tengo en cuenta a los demás por encima de mis propios intereses. Ángel, cuando dejo que la ternura, la dulzura y el amor de Dios exuden por mis poros en todo tiempo. Ángel, cuando soy capaz de someterme al suave susurro del Espíritu de Dios que habla en mi mente. Ángel, cuando dejo que salga agua dulce por mi boca si me siento agredido, atacado y defenestrado. Ángel, cuando mi alma se pone en armonía con el plan de Dios, sea cual sea. Ángel, cuando vivo el amor expresado en la Ley del Padre y en 1ª de Corintios 13. Ángel, cuando someto mi vida a Dios, aunque eso parece que vaya en contra de mis deseos más profundos y sea doloroso. Porque confío en él.

Demonio, cuando siempre recelo de los demás. Demonio, cuando no soy capaz de respetar al que tengo enfrente aunque se haya equivocado. Demonio, cuando veo maldad en la inocencia ajena proyectando en ella toda mi rabia y frustraciones personales. Demonio, cuando creyéndome en la razón de una situación determinada pierdo el control, las formas, la buena actitud, la educación, la sensatez y la cordura para acabar aplastando al otro y pidiendo que ruede su cabeza bajo la guillotina del bien supremo. Demonio, cuando me disfrazo de bondad y agredo sin piedad a todo el que se ponga delante en la condenada tarea de quitar la mota de polvo en el ojo ajeno. Demonio, cuando teniendo razón, la pierdo criticando ferozmente al que se ha equivocado. Demonio, cuando pido comprensión para mí e intolerancia para el otro. Demonio, cuando pido perdón para mí y castigo para el otro. Demonio cuando me engaño pensando que estoy bajo la dirección de Dios y, en cambio, estoy urdiendo planes contrarios a su voluntad. Demonio, cuando amontono madera para la hoguera de mi víctima, bajo el estandarte del bien. Demonio, cuando el sufrimiento ajeno no me importa y paso de largo. Demonio, cuando hago el bien por intereses personales. Demonio, cuando respondo mal si soy provocado. Demonio, si mi actitud es hostil y mis palabras destilan veneno, venganza y reivindicación a las primeras de cambio.

¿Ángel o demonio? Nosotros siempre podemos elegir. Territorio de ángeles. Ángeles entre nosotros. Yo, muy a pesar de mis propias inclinaciones malvadas, que las tengo, prefiero someter mi ego a la bondad superior del amor de Dios. Prefiero que sea él quien doblegue mi orgullo, porque nunca deja de amarme haga lo que haga y eso me motiva a confiar en él y a dejarme hacer. Prefiero ser ángel, porque demonios ya hay muchos y en cuanto me descuido me veo militando en su batallón. Y, os digo la verdad, todo mi ser se rebela ante esa circunstancia. Prefiero ser mensajero de paz, que portador de rabia. Prefiero ahogar mis instintos y mis “altas y nobles razones” en Dios dejando que fluya su amor, que dejarme llevar por el fuego santo que sólo ha encendido crueles hogueras en la historia. Prefiero no juzgar para no ser juzgado. Pero también dijo Jesús: por sus frutos los conoceréis. ¿Por qué nos han de conocer a nosotros? ¿Cuál es el distintivo básico de los hijos de la luz? El amor, la misericordia y el perdón. No hay otra señal de identidad que Jesús nos haya ofrecido con más claridad. Ofrecida porque no es nuestra, porque nosotros no la podemos producir. Su amor sublima toda carencia humana, la supera con creces. Se implanta en el corazón humano y nos convierte en verdaderos ángeles.

¡Ay! ¡Yo lo prefiero! Y no será porque no haya en mi interior un demonio latente que me pide guerra y batalla. En cambio, si dejo que el poder del Padre lo sofoque, mi vida se convierte en una sinfonía armoniosa y maravillosa.

Es preferible callar si su Espíritu no impregna mis palabras, porque además, mi mayor drama, es que muchas veces denuncio como malo, aquello que Dios ha llamado bueno, y aquello que nuestras convenciones humanas han llamado limpio, resulta ser sucio. La vida está llena de paradojas terriblemente sorprendentes.

¿Ángeles o demonios? A mí el cuerpo y el espíritu me piden lo primero, porque en esto conocerán que sois mis discípulos… Todos sabemos cómo sigue. 

jueves, 13 de enero de 2011

DIOS HABLA HOY


No es el título de la famosa Biblia en lenguaje cercano. Es una experiencia vital. Es una realidad palpable. En este blog hemos hablado de ángeles todo el tiempo y de circunstancias especiales que son susceptibles de una clara intervención divina.

No hace tanto tiempo he entrado en una nueva dinámica personal, íntima y real con el Señor que quiero compartir con vosotros. Un autor: Jim Hohnberger, abrió mis ojos, como nunca y nadie antes, acerca de la percepción de la presencia divina en nuestras vidas. El libro: Escape a Dios. Os lo recomiendo vivamente. Desde entonces me han pasado cosas extraordinarias. Muchas. Algunas son increíbles, otras entran en el cotidiano vivir como algo nuevo que antes no percibía de esta manera. He vivido situaciones sorprendentes e inesperadas. He aprendido que el Señor nos habla. Sí, no sólo a través de las circunstancias, de las personas o de la propia Palabra, elemento imprescindible y el más importante. Nos habla a través de nuestro propio pensamiento. Podemos conversar con él. A veces sólo son impresiones, intuiciones, y muchas otras mensajes claros, precisos, concisos que siguen el hilo de nuestros pensamientos, preguntas y preocupaciones en la espera de respuestas.

No, no estoy chiflado. No es una patología psiquiátrica. Os cuento en seguida la primera experiencia que viví. La primera de estas características. Me da un poco de vergüenza contarla, pero vale la pena. Es tan real como imposible, pero me sucedió.
Fue al poco de empezar a leer el libro. Un libro que agradezco a una buena amiga: Graciela. Un día me lo regaló y estuvo en la estantería durante más de un año, creo yo. Empecé a leerlo en el momento justo. Estaba necesitando una renovación, un nuevo nacimiento, un reavivamiento, un cambio fehaciente, palpable y radical. El Señor lo tenía preparado para mí en el momento justo. Él siempre va por delante, prepara el camino y las circunstancias, orquesta la vida como una sinfónica y todo encaja en su momento preciso…

Antes de seguir quiero deciros que toda la vida he sido muy racional. Me diréis, todo el mundo lo es. Quiero decir que es una extraña paradoja que haya sido una persona aferrada a la fe. Mi forma de pensar es más cercana al empirismo que a la creencia por encima de lo invisible. Por un lado he crecido en un medio de fe y mi tendencia, desde bien pequeño, ha sido creer y punto. En un determinado momento se combinó con aquello que llamamos madurez y que acaba imponiéndose porque está pujando desde la infancia hasta que se manifiesta, nuestro verdadero yo. Un yo más racional, que no es cuestión de inteligencia.

Sigo pensando que aquello que llamamos milagro esconde conocimientos y leyes que ignoramos y que no sabemos explicar. Veo a Dios como un científico, no como un mago y creo en su capacidad absoluta y total, un poco redundante pero así expreso mejor mi convencimiento, para crear y luego usar todo lo creado de forma que nada se deteriore y todo siga discurriendo de forma ordenada. Al revés de lo que le ocurre al ser humano. Nosotros hemos demostrado que somos únicos a la hora de generar el caos y alterar el orden natural de las cosas al tratar de arreglar el mundo y su entorno. Hacemos muchas cosas buenas pero en la misma proporción las estropeamos. Un ejemplo clásico: las medicinas…

Toda esta introducción es para explicar que entrar en esta dinámica de hablar con Dios en mi mente ha sido todo un reto, pero llegó a mi vida en el momento clave. Mi buena y querida esposa aprendió esto hace muchos años y siempre me ha dado lecciones. A veces envidiaba sanamente las respuestas que el Señor le daba cuando en momentos críticos le respondía a través de la Palabra o de otra forma, incluso en su propia mente. Yo siempre pensé que nuestro buen Papá del cielo se adapta a cada persona y responde de forma que cada cual le pueda entender y aceptar. Sigo pensándolo, pero llegó un momento en mi vida en la que Él eligió proponerme una nueva etapa. Estaba preparado, porque una cosa increíblemente buena que tiene es su sentido de la oportunidad, por eso es Dios. No hubiese podido sugerírmelo antes de forma tan eficiente, aunque poco a poco fue preparando el terreno. Pero insisto, estaba listo para algo distinto y lo necesitaba, ya no podía avanzar más sin seguir hurgando en mis dudas y temores, en mis miserias y mis lagunas. Entonces empecé a leer el libro y fue como abrir mi mente a una nueva realidad.

Empecé a hablar con Dios y a esperar respuestas. A escucharle. No de forma esporádica sino diariamente. Era casi contrario a mi naturaleza, porque una cosa era orar y otra escucharle. Nos habla a través de nuestra conciencia, es él, es el Espíritu Santo. Siempre está ahí, a veces en un leve susurro. Es esa convicción de que lo estás haciendo mal a pesar de que sigues adelante con tus absurdos planes, es ese temor de que estás avanzando por terreno peligroso a pesar de que crees que encima es Él quien te está llevando de la mano. Es esa sensación, esa impresión de peligro, ese aviso, esa alarma… Es a veces un pensamiento nítido y claro que te dice lo que es mejor hacer. A veces casi ni lo oímos y otras grita. Siempre está ahí y hemos sobreentendido erróneamente  que simplemente éramos nosotros. En otra sentada os argumento un poco esto porque además hay textos bíblicos y experiencias claras de que la cosa es así, pero nunca nos las han contado desde esta perspectiva.

Me encontraba de camino a Víllora para realizar un entierro. Una querida veterana, Predes, había fallecido. En mi coche viajaban conmigo algunas personas de la iglesia de Timoneda, en Valencia, personas muy queridas para mí. El cielo estaba negro como esos días en los que piensas: “¡Nos va a caer una encima que no te cuento!” Entretanto íbamos hablando animadamente en el viaje iba orando para que pudiésemos tener un entierro sin contratiempos climatológicos, pero conforme  nos acercábamos a la población la situación empeoraba. No las tenía todas conmigo.

Una vez en Víllora, fuimos a ver a la familia. Estaba todo preparado en un garaje de la casa del hermano de la difunta. Un garaje pequeño. El lugar era muy bonito, una de esas poblaciones que resultan entrañables y agradables en cuanto las pisas. La calle era estrecha y se llenó de gente, en aquel pequeño lugar nos arracimamos todos los que pudimos y pensé que sería difícil que todos me oyeran y que debía ser breve. Afortunadamente cuando se inició la ceremonia el anfitrión, persona muy respetada en el pueblo, pidió silencio y todo el mundo enmudeció. La estrechez de la calle y el silencio sepulcral fueron suficientes para que pudieran oírme. Hice una oración silenciosa e inicié la reflexión. Fueron momentos emotivos, pero mientras la luz del Señor brollaba en nuestros corazones, afuera la cosa se oscurecía un poco más.

Terminé pronto y como la costumbre era seguir andando al coche fúnebre hasta el cementerio, así lo hicimos todos. Andando podíamos haber tomado un camino corto que llevaba del pueblo al lugar y que circulaba por un sendero de tierra que pasaba al lado de un pajar, lugar rústico y hermoso. No era el recorrido que un coche de estas características pudiera realizar. Todos tomamos el camino largo que descendía hasta la carretera y que ascendía hacia la tierra del silencio bordeando el pueblo. Las nubes no podían tomar un color más negro del que ya habían adquirido y a mí la sensación de que volveríamos al coche empapados me iba venciendo. Empezaron a caer las primeras gotitas pero aún se aguantaba amenazante, aunque fuera por los pelos, el inmenso chaparrón que había estado ahorrando agua para el momento más inoportuno.

El cementerio era chiquitito en extremo. Los pocos nichos que había no levantaban más de dos apartamentos, y todo estaba salpicado de pequeñas lápidas. Era como una miniatura y muy antiguo. Para llegar al extremo donde habíamos de depositar los restos de Predes teníamos que sortear lápidas y tumbas que dejaban un paso estrecho. Había superpoblación en el lugar y las dimensiones configuraban un pequeño cuadrado que se recorría en apenas 30 pasos. Terminaron pronto porque hasta los operarios temían el chaparrón. Justo terminar empezaron a caer las verdaderas grandes gotas que anunciaban el diluvio que nos venía encima.

En ese momento estábamos saliendo por el arco de piedra de la verja oxidada de la entrada y todo el mundo se despedía apresurado porque además empezó a soplar un fortísimo viento que nos empujaba. Me giré para ver qué traía el viento, de espaldas al cementerio, y por la cuña de entrada que formaban dos montañas vi la que se nos avecinaba. El viento estaba levantando una polvareda tremenda. La lluvia se acercaba en forma de cortina. Ya sabéis. Hay chaparrones que avanzan como una muralla a través de la cual no ves nada. Las montañas iban desapareciendo mientras la cortina de agua y el polvo amarillo avanzaban impidiendo ver nada a su través. La verdad es que impresionaba porque los relámpagos centelleaban en medio de aquella mole que se acudía a nuestro encuentro con rapidez. Delante de nosotros los abuelitos del lugar, que eran la mayoría, se esforzaban en avanzar sin caerse al suelo, esta vez todos por el camino corto y de tierra. Se iban agarrando unos a otros y los gotones ya estaban volviéndose más violentos, rápidos e insistentes. Recordé el libro de Jim y lo que él estaba tratando de enseñarme en sus páginas. Oré. Le dije a Papá: “¿Señor, puedo atreverme a pedirte que pares esto? Inmediatamente una voz en mi mente, que parecía la mía pero que me respondía con una seguridad que no me era propia me dijo: “No tenéis más porque no pedís. Pídemelo.” Casi para mi sorpresa absoluta me sorprendí respondiendo: “Sea. Te lo pido.”

¿Qué pasó? No os lo vais a creer. Incluso mientras trato de escribir esto diez veces porque las lágrimas me nublan la vista y me equivoco de tecla continuamente de la emoción, aún me parece que no me ha pasado a mí. El viento cesó, las gotas dejaron de caer. Me entró como un ataque de fe porque la conversación había sido tan intensa como rápida y los acontecimientos sucedieron en un abrir y cerrar de ojos. Me giré. ¿Qué pensáis que vi? Nada. La muralla había desaparecido. Todo estaba empapado a pocos centenares de metros y más allá pero sólo soplaba un suave viento. El sol asomaba a lo lejos. Mis ojos se abrieron como platos y empecé a llorar y a dar gracias al Señor como un niño. No me lo podía creer. Me había pasado a mí y el Señor le había dado al pastor racional y en plena crisis de fe la lección más grande de su vida. Me conmocioné de pies a cabeza. Quería contárselo a alguien pero ¿a quién? Me animé a hacerlo con una buena amiga a la que le han pasado cosas tan sorprendentes como esta. Ella me creyó a pies juntillas. Le pregunté: “¿Oye Luisi, has notado algo extraño?” Ella me dijo con naturalidad: “Sí, que ha dejado de llover.” “No te vas a creer lo que me ha pasado”, le dije. Y vaya si me creyó. Juntos alabamos emocionados el nombre del Señor.

Devoré el libro con un hambre como nunca había tenido. Desde aquel día inicié el camino más abierto y sincero hacia una segunda conversión al Señor. Nunca antes había visto una orquestación tan grande del poder de Dios. Allí debió de haber mucho movimiento de demonios y de ángeles. El Espíritu del Señor estaba, os lo puedo asegurar. Dentro de mi pobre cabeza, hablándome con toda seguridad.

Desde aquel día mi camino de fe ha sido nuevo. No es perfecto. ¡Pero es tan distinto al de antes! Me han pasado otras cosas increíbles, tan milagrosas como esta, algunas os las podré contar. En todo caso os puedo asegurar que si el Señor puede hablarme a mí así cada día, puede hablaros a vosotros. Si Papá ha podido hacer esto conmigo, puede hacerlo contigo.

Puedes creerlo. Filtrar todo pensamiento antes de hablar y orar esperando respuestas antes de actuar no es asunto baladí. No es conforme a nuestra naturaleza de pecado y egoísta, pero podemos entrenarnos en este camino y funciona. Puedes pasar de ver como otros viven este tipo de experiencias a vivirlas tú mismo y a entrar en otra dinámica distinta. Lee el libro y descubre de forma sencilla lo que estoy intentando contarte en unas pocas líneas. Dios habla hoy y está esperando hacerlo contigo.